En 1985 fuí de viaje a Haití.
Haití es uno de los estados en que consiste la isla de Santo Domingo, nombrada así por los españoles que la descubrieron.
No es lugar adecuado para ponerse enfermo.
El otro estado es la República Dominicana, que no se parece en nada. Este es un país muy bonito, tropìcal, con mucha vegetación y abierto al turismo. Algo así como Cuba pero más finolis.
República Dominicana
Bandera y fotos de Haití
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Yo estuve en Haití en el año 1985. Fué un viaje inolvidable.
Estaba con Paco, mi marido , en la RD de vacaciones, pero yo me empeñé en ir a Haití. Sabía que era la cara opuesta, pero precisamente por eso y además estando tan cerca -era la misma isla- me daba rabia no poder meter mis narices allí. Sabía que era la cuna del vudú, y eso me la hacía más interesante.
Cuando preguntamos en la Recepción del hotel que cómo se podía ir a Haití, pusieron una cara de espanto y asombro inolvidable.
Todo el mundo de nuestro grupo que supo que queriamos ir nos miraba con cara rarísima.
Tanto insistí, que Paco, por complacerme, cedió. Conseguimos que un taxista negro anciano, accediera a llevarnos hasta la frontera.
Y nos llevó. ¡Pero en qué taxi, madre mía!. No tenía suelo, solo una losa de piedra de un cementerio hacía las veces de tal. Nos dijo que cuando aquello se rompiera, se moriría de hambre, porque no podía comprar un coche nuevo, y por eso había tenido que hacer aquella chapuza. Pero a mí no me importó que aquello amenazara con partirse en dos, yo como buena aragonesa soy tozuda, y por ir a Haití lo hubiera hecho con el mismo diablo.
El camino hasta la frontera al principio era precioso y verde, porque estábamos aún en la RD. Pero cuando llegamos ya la cosa cambió, y el paisaje, de verde, se convirtió de pronto en un desierto puro y duro, solo con algún árbol requemado de vez en cuando.
Ya estábamos en Haití, pero teníamos que pasar la Aduana.
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Muñeca de vudú |
Entramos dentro de una casa con un aspecto terrible, oscura, con un mostrador. Pero lo que encogia el ánimo era ver con qué estaban cubiertas las paredes de ese sitio. Todo eran cabezas colgadas que recordaban las de los jíbaros, y amuletos tremendos y muchas, muchísimas, muñecas de vudú colgadas por el cuello. El aduanero, dentro, era otro negro viejo que parecía talmente un brujo.
Pero es que no esperábamos aquello. Yo, en el fondo, estaba pasándomelo bien en aquella aventura.
Cuando nuestro taxista vió el panorama nos dijo que él se iba de allí rápidamente, aunque le suplicamos que nos esperase fuera, que volveríamos en un ratito.
Y así fué. Le dimos al brujo de la aduana nuestros pasaportes, los miró, le gustaron y nos dijo que podíamos entrar en ele país, pero nos previno de que era peligroso ir por las carreteras, porque había habido un golpè de estado y podía haber tiros. Que no pasásemos del primer pueblo, que se llamaba Dajabon porque tenía un riacho del mismo nombre.
Pasamos la frontera a pie y entonces vimos llegar a varios negros enormes y atléticos montados en unas motacas impresionantes, quienes nos dijeron que si les dábamos una propina nos darían una vuelta por el pueblo, en el que había mercado.
Pues ni cortos ni perezosos Paco y yo montamos cada uno detrás de un negro de aquellos y a toda pastilla nos llevaron al primer pueblo. Era igual que en el Africa negra pero de lo más pobre. Parecía imposible que cerca de allí hubiera una isla maravillosa y verde donde se vivía de lo más moderno y civilizado.
Aquella gente ni nos miraron, y si lo hicieron no me dí cuenta, porque de lo que estaba preocupada era de no salir despedida de la moto de mi negro, que tomaba las curvas de muerte.
Dimos unos paseítos, hice unas fotos y nos llevaron de vuelta a la frontera y a la Aduana terrorífica, y cerca de allí nos esperaba nuestro pobre taxista, que debimos darle lástima, allí solos en aquel sitio no apto para ponerse enfermo.
Y volvimos a la República Dominicana, y a nuestro hotel, donde todo el mundo nos preguntaba, entre incrédulo y admirado, por nuestra aventura.
-¿Pero de verdad que ustedes han ido a Haití?
Como si hubiesemos hecho una heroicidad...
Luego seguimos unos días más dándonos la vidorra por allí.
Pero aunque es precioso, el mar Caribe, o de las Antillas, no es tan bonito ni mucho menos como nuestro Mediterráneo,el mar de las sirenas...