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Pieles NO

domingo, 17 de enero de 2010

Un mes en la Rusia soviética- CUATRO (y fin)

UN MES EN LA RUSIA SOVIETICA-CUATRO
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En Moscú es donde estuvimos más tiempo.Ya he hablado de la visita al impresionante cementerio Piskariévskoye, de sus guapísimos soldados haciendo guardia ante las tumbas de los caídos en la batalla de Lieningrado, y todo lo demás. De la tumba de Lienin, donde entré completamente despistada después de hacer una cola de cinco en fondo rodeada de chinos, cosacos, kirguises y otros y del Parque Gorki, tan literario y lleno de moscovitas que llevaban sus caniches negros a cagar.
También fuimos de compras, Nadia y yo.Y mi profe de ruso. Recuerdo que había que hacer colas para todo, y yo hice una larguísima para comprar a Paco y a mi padre unas camisas afganas tan calientes que luego se sofocaban con ellas puestas. Yo hablaba bien el ruso, gracias a los buenos oficios de Viviana,mi profe, y me entendía muy bien con ellos. Además los rusos ayudan, no como los ingleses. Estuvimos en los Almacenes GUM, que no sé si han resistido al capitalismo salvaje imperante ahora. Entonces eran muy entretenidos, tenían muchas cositas monas. Matrioshkas (muñecas que se meten unas dentro de otras), balalaikas y cosas de madera pintada. Pañuelos negros con flores de colores vivos, como los de las campesinas.Menos las balalaikas, compré de todo. Lo que me llamó muchísimo la atención es que no usaban cajas registradoras, sino ábacos. ¡Abacos, madre mía!. Yo creía que eso se usaría solamente en algún pueblecito de la China profunda, pero las cajeras se daban una prisa en contar sin fallar que me dejó admirada. Supongo que ahora deben haberse modernizado. ¡Qué cosas se ven!.
También visitamos dentro del recinto del Kremlin y yo le hice muchas fotos y estoy en una con él, el llamado “cañón del zar”, o “tsar pushca”, que es enorme y todo labrado. Y la campana de la zarina que es alta como un edificio de dos pisos y que está rota. Cuando la estrenaban se cascó. Pero queda muy decorativa. Debe pesar toneladas, pues es una barbaridad de campana. Yo no creo que el cañonazo ese sea del zar Nicolás II, que era un alfeñique. Por lo menos, de Iván el Terrible, lo veo.
En el hotel nos trataban bien, pero nunca quitaban el polvo. Recuerdo el mostrador donde estaban unas chicas con cara agresiva y se podían hacer dibujos en el polvo. Estaban poco motivadas, se ve.
Esto de las rusas agresivas yo también creía que era algo folklórico, o propio de novela de Dostoyevski. Los escritores rusos dicen que las mujeres de la tierra son muy bravas, más que los hombres, que se dejan maltratar a gusto porque son un pelín masocas. Y yo creo que es verdad, porque las muchachuelas aquellas de la recepción, y otras que pude observar en otros lugares, tenían cara de comerse a los niños crudos, a pesar de ser muy guapas. Se notaba que llevaban en los genes el haber sido arrastradas y violadas por muchos pueblos de las estepas. Eran guerreras.Se notaba. En cambio, los hombres, a darle a la botella.
A mí como el oro me gusta más que a una urraca, un día cogí un taxi. Entonces se podía ir a cualquier parte en Moscú sin el menor peligro, de dia o de noche, no como ahora, que te asesinan por un quítame allá esas pajas. Antes no.Pues le dije al amable chófer, un ruso muy guapo, que porfa me llevara a una joyería, que quería comprarme una fruslería en oro.
-En la calle Kalinin hay una muy buena-me dijo el mozo.
-¡Estupendo!.-contesté yo.- Vamos para allá.
Me voy con mi taxista a la calle Kalinin, y le dije que por al amor de Dios y de Stalin que no se me marchara, que esperara fuera mientras compraba, que no sabía donde estaba y que si me abandonaba no sabría qué hacer. Allí entonces no había paradas de taxis, desde el hotel los llamaban.
Me juró por sus vivos y sus muertos que estaría allí esperándome como un clavo aunque tuviese que esperar horas.
-¿Y adónde me voy a ir?- me dijo filosóficamente.
-Bueno, hijo. Gracias.
Y entré en la joyería. Nunca había visto algo semejante. ¡Estaba a rebosar de gente!. Y no eran turistas. Aquello parecía más un sitio como una panadería que una tienda de joyas. Había que hacer cola. Me esperé pacientemente y por fin me compré un colgante muy bonito que conservo y que me lo puse en un collar con otros dijes. Representa el Pájaro Azul de la Felicidad de las leyendas rusas. Luego también compré dos cajitas de esas tan preciosas de madera negra con dibujos al estilo ruso antiguo hechos a mano, que costaban un huevo, una para mi madre y otra para mí, pensando en heredar. Yo siempre he sido muy interesada.
Al salir el chófer amable y joven me estaba esperando y me recibió con una gran sonrisa. Le dí las gracias por su fidelidad y una gran propina.
Una vez en el hotel, miré satisfecha mis tesoros.

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Yo disfruté mucho de mi viaje a Rusia. Era lo que me esperaba encontrar. La gente, encantadora. Ahora parece que ya no lo son tanto. A veces pienso que si la URSS no se hubiese venido abajo, quizás el mundo estaría más equilibrado y los yankis y los chinos no serían los únicos que deciden en este bajo mundo y tal vez el planeta se salvase de la destrucción.
Pero ¿qué sabe nadie?
Allah Akbar.
Amén, amín.


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