Cómo cargarse una publicación en un cómodo paso
A “El Jueves” se la ha conocido siempre por ser “la revista que sale los miércoles”. Hasta esta semana. El pasado martes RBA decidió destruir los 60.000 ejemplares impresos cuya portada era la que encabeza este artículo. Obviamente no llegaban a tiempo a los quiscos con la nueva portada, mucho más blanca, que era esta otra:Por eso la revista apareció, finalmente, el jueves. Y saltó la liebre. Al principio la dirección de la revista –que no la de RBA- dijo que había sido un problema técnico, que habían intentado llegar a tiempo a entrar en máquinas con la portada hoy censurada y que por eso salían un día tarde y con otra portada; luego se habló de un error de imprenta. Si “El Jueves” hubiera sido una revista de corte y confección todo hubiera quedado en una riña de redacción, pero cuando tu negocio se sostiene con el talento y el trabajo de profesionales acostumbrados a jugarse el tipo cada semana, suponer que se callarán ante una mentira tan gorda es de una candidez e inocencia sorprendente, por no decir pura negligencia profesional.
Yo creo que a “El Jueves” se lo cargaron con esa mentira, se lo cargaron sin querer y se lo cargaron desde dentro, no desde arriba. Cuando RBA decidió cometer su cacicada debería haber previsto una sencilla comunicación de crisis. No debería haber permitido que la dirección de la revista, que se limitó a obedecer órdenes –sólo podía hacer eso- se comiera el marrón ella sola. Dejándola al pairo provocó que ocho de los mejores profesionales del humor gráfico de este país abandonaran el barco, entre ellos Bernardo Vergara, Manel Fontdevila, Albert Monteys, Paco Alcázar, Guillermo, Manuel Bartual, Isaac Rosa y Luís Bustos.
¿Se hubieran quedado dichos profesionales si RBA hubiera asumido su responsabilidad? No lo sé, pero la dirección de “El Jueves” hubiera salvado la cara, podrían aparecer como víctimas de una mala decisión, la revista estaría comercialmente herida de muerte pero se habrían salvado los muebles profesionales. Quizás hubiera sido posible la marcha ordenada y discreta de los disidentes.
El vino nuevo revienta los odres de la vieja comunicación
Hace sólo diez años –no digamos ya treintaisiete- un suceso como este hubiera provocado el mismo berrinche, parecidas decisiones pero mucho menos ruido. Incluso la mala política de comunicación que ha seguido RBA se hubiera podido considerar como una de las opciones a barajar: deja que la confusión hable por ti y de este modo nadie estará seguro de qué ha pasado. Pero estamos en 2014 y tenemos un montón de juguetes con los que disipar la niebla informativa. Algunos de los profesionales que han abandonado “El Jueves” han dado su versión de la película, coinciden entre sí y es una versión coherente: les han prohibido que la Casa Real aparezca en portada pero dentro pueden hacer lo que quieran. Una decisión puro siglo XX.“El Jueves” ha quedado con el culo al aire pero ahí siguen trabajando personas que necesitan pagar facturas cada mes mientras RBA sigue sin decir nada o, al menos, sin publicar nada. La web corporativa del grupo ni siquiera tiene un apartado de prensa, como tampoco lo tiene la de RBA revistas –¿pero esta gente a qué se dedica exactamente?- y en la web de “El Jueves” tampoco hay nada relevante excepto los comentarios de los lectores enfadados que aseguran, casi al unísono, que no volverán a comprar la revista.
En RBA dicen de si mismos que son un “grupo de comunicación líder, presente en 49 países en 12 lenguas, con más de 12 millones de lectores” y su comunicación es la misma que la del frutero de la esquina. Cuando tu comunicación es pésima y tus actos son controvertidos, tu comunicación corporativa se convierte en una peligrosa arma de doble filo. Cosas como “valores corporativos”, “pensando en las personas” y parecidas vacuidades te explotan en la cara cuando eres incapaz de mantenerlas. Veamos las perlas que suelta Ricardo Rodrigo en su “carta del presidente”:
Las mejores decisiones se toman con el cerebro, el estómago y el corazón.
Eso es lo que hacemos en RBA, y quizás sea una de las claves de nuestro éxito, lo que nos hace líderes.
En RBA sabemos hacer muy bien tres cosas.
Investigar. Somos el grupo de comunicación que más invierte en investigación, y por eso conocemos muy bien a nuestro público.
Ir a la esencia. Somos expertos en detectar qué necesita el público en cada momento, en depurarlo hasta llegar a lo más esencial, y en ofrecerlo de forma creativa. Siempre con una ambición: mejorar la vida de las personas.
Compartir nuestra pasión. Amamos la lectura, amamos los contenidos de calidad, bien hechos, cuidados con mimo. Y eso es lo que hacemos y compartimos con nuestro público.
Ajá…
En una semana normal “El Jueves” tiene una tirada aproximada, según OJD (vía Enrique Dans) de unos 80.000 ejemplares y una difusión de unos 40.000, lo que significa que, contando con la web de la propia revista, a lo sumo son unas 100.000 personas las que ven la portada. Esta mañana Catalunya Ràdio, la segunda emisora más escuchada en Catalunya, abría con este tema. Sólo que a RAC1, emisora líder en Catalunya, le dé por comentar el tema –en su tertulia matutina de los viernes está el editor Ernest Folch- el problema ya pasará del millón de oyentes. Si seguimos sumando el resto de medios locales y/o digitales en muy poco tiempo sólo se habrán enterado más de dos millones de personas y con los grandes medios estatales pasaremos fácilmente de los diez millones sin contar las grandes cuentas en Twitter, como la de Risto Mejide. Todo para que una portada irreverente no se viera en unos pocos miles de quioscos españoles, una portada que hubiera pasado desapercibida para todos aquellos que no suelen comprar “El Jueves”. Todo para quedar bien ante la Casa Real. Felicidades.
Qué lástima. Ricardo Rodrigo es uno más de tantos directivos que no conocen el mundo en el que viven, que fueron modernos en los 80 y hoy se han quedado dramáticamente atrás. RBA es un emporio editorial anclado en pleno siglo XX, al menos en cuanto a comunicación corporativa se refiere. Una vez más asoma un síntoma de la esclerosis de nuestra gran industria editorial. El problema, como siempre, no es que carezcamos de talento, es que no se le escucha donde debiera ni está donde se le necesitaría. Y así nos va.