Cataluña se inicia cerca del año 900, cuando Guifredo el Velloso se desliga de los reyes francos y da origen a la casa condal de Barcelona.”
Catalunya Sur (La Norte está en Francia. Montpeller tiene el castillo de los reyes de Mallorca, que eran catalanes y sus descendientes) |
Historia y leyenda confluyen en el nacimiento de Cataluña, ya que el origen entronca con un personaje real, adornado con características épicas: Guifredo el Velloso. A este noble de reconocido valor en la batalla se vincula la tradición del nacimiento de las cuatro barras, marcadas con sus dedos y su propia sangre encima de su escudo dorado. A su muerte, en el año 897, fue el primer conde que traspasó hereditariamente sus posesiones a la Marca Hispánica, se desligó de los reyes francos y dio así origen a la casa condal de Barcelona. La Marca Hispánica había sido creada por el imperio Carolingio a manera de frontera que delimitaba los territorios dominados por cristianos o musulmanes. La corona de Aragón. El linaje de Guifredo el Velloso fue el embrión de la corona de Aragón, al unir su destino al reino aragonés en virtud de los problemas dinásticos que sufría esta monarquía. Sucedió que el soberano Alfonso el Batallador murió sin descendencia directa y legó su reino a las órdenes militares. El testamento no se hizo efectivo y lo sucedió su hermano Ramiro II el Monje. Pero este tampoco tenía hijos varones, de manera que, para asegurar la continuidad, prometió a su hija Petronila con el conde de Barcelona, Ramón Berenguer IV, cuando esta contaba sólo con un año de edad. El enlace tuvo que esperar 13 años, ya que la Iglesia sólo permitía la boda cuando la mujer tenía como mínimo 14 años. Fue Alfonso II, hijo de Ramón Berenguer IV de Aragón y Petronila, quién asumió todos los títulos y la dignidad real en 1164, tras la muerte de su padre y la abdicación de su madre. De hecho, con él comienza lo que en la historiografía se define como corona de Aragón, la unión del reino y la casa condal de Barcelona.
La expansión por el Mediterráneo. Con los reyes catalanes, la corona prosperó y se expandió de manera que sus territorios abrazaban Mallorca, Valencia, Sicilia, Córcega, Cerdeña y Nápoles. La corona de Aragón se convirtió así en un imperio militar y comercial en el Mediterráneo de importancia vital. Especial preeminencia en este devenir tuvo el rey Jaime I el Conquistador, ejemplo del crecimiento del poder y desarrollo de la corona en detrimento de los reinos árabes. Es remarcable que los nuevos territorios agregados, como Valencia, mantuvieron fueros propios. En el siglo XIII Cataluña tuvo una de las mejores infanterías del mundo, los almogávares, que incluso fueron contratados para combatir al turco en Constantinopla, donde hicieron oír su grito de batalla: "Desperta ferro!".
Bajo los reyes de la casa condal se redactó el Llibre del consolat de mar y se crearon compañías marinas catalanoaragonesas, que permitieron la conquista de los ducados de Atenas y Neopatria en 1380. La casa de Barcelona se extinguió con la muerte de Martín el Humano, en 1410, y pasó el cetro a la dinastía Trastámara en la persona de Fernando. Su matrimonio con la reina Isabel dio como resultado la unión de los reinos de Aragón y Castilla.
La derrota de 1714. Después de los Reyes Católicos, la dinastía de los Austrias mantuvo una relación compleja con el Principado. Aunque se respetaron instituciones propias, las diferencias con la corona eran graves debido a los recursos reclamados por los monarcas para sus empresas militares. Las desavenencias tuvieron su máxima expresión en 1640, en el marco de la guerra europea de los Treinta Años, cuando la guerra de los Segadores enfrentó a franceses y castellanos en tierra catalana. La conflagración acabó con la paz de los Pirineos, por la que El Rosellón y parte de La Cerdaña pasaban a ser franceses y se separaban de Cataluña.
Tras la muerte de Carlos II sin descendencia, Felipe V, de la dinastía borbónica, ocupó el trono de España. En 1701 juró las Constituciones, pero la existencia de otro pretendiente, Carlos de Austria, desembocó en la guerra de Sucesión. Cataluña tomó partido por los austriacistas, pero en 1714 se produjo la caída de Barcelona y las ciudades que no apoyaron a los Borbones fueron tratadas duramente. En 1716, el decreto de Nueva Planta abolió las instituciones propias, no así el derecho civil catalán.
Resurge el catalanismo. Durante las guerras napoleónicas, Cataluña fue temporalmente segregada por Bonaparte. En el último tercio del siglo XIX se produjo un gran resurgimiento del catalanismo en todos los aspectos. En política, el resultado fue la Mancomunidad, la unión de las diputaciones como institución que representaba a Cataluña. Su existencia fue corta, ya que en el año 1923 fue abolida por la dictadura de Primo de Rivera. La situación cambió radicalmente con la República y en 1932 fue restaurada la Generalitat y se aprobó el Estatuto de Autonomía. La guerra civil de 1936-1939 y la victoria franquista comportaron una larga dictadura, en la cual fueron proscritos los signos de identidad y las instituciones catalanas. La democracia trajo de nuevo la Generalitat, restablecida en 1977 con Josep Tarradellas como presidente. Dos años después, Cataluña tenía de nuevo un Estatuto de Autonomía. La vigencia del Estatuto coincidió con una de las épocas de mayor desarrollo económico y social de Cataluña, y 25 años después se consideró que había llegado el momento de poner al día la norma básica que regía el país. Tras un complejo proceso de revisión y tramitación, el nuevo Estatuto fue aprobado en referéndum en el año 2006.
La expansión por el Mediterráneo. Con los reyes catalanes, la corona prosperó y se expandió de manera que sus territorios abrazaban Mallorca, Valencia, Sicilia, Córcega, Cerdeña y Nápoles. La corona de Aragón se convirtió así en un imperio militar y comercial en el Mediterráneo de importancia vital. Especial preeminencia en este devenir tuvo el rey Jaime I el Conquistador, ejemplo del crecimiento del poder y desarrollo de la corona en detrimento de los reinos árabes. Es remarcable que los nuevos territorios agregados, como Valencia, mantuvieron fueros propios. En el siglo XIII Cataluña tuvo una de las mejores infanterías del mundo, los almogávares, que incluso fueron contratados para combatir al turco en Constantinopla, donde hicieron oír su grito de batalla: "Desperta ferro!".
Bajo los reyes de la casa condal se redactó el Llibre del consolat de mar y se crearon compañías marinas catalanoaragonesas, que permitieron la conquista de los ducados de Atenas y Neopatria en 1380. La casa de Barcelona se extinguió con la muerte de Martín el Humano, en 1410, y pasó el cetro a la dinastía Trastámara en la persona de Fernando. Su matrimonio con la reina Isabel dio como resultado la unión de los reinos de Aragón y Castilla.
La derrota de 1714. Después de los Reyes Católicos, la dinastía de los Austrias mantuvo una relación compleja con el Principado. Aunque se respetaron instituciones propias, las diferencias con la corona eran graves debido a los recursos reclamados por los monarcas para sus empresas militares. Las desavenencias tuvieron su máxima expresión en 1640, en el marco de la guerra europea de los Treinta Años, cuando la guerra de los Segadores enfrentó a franceses y castellanos en tierra catalana. La conflagración acabó con la paz de los Pirineos, por la que El Rosellón y parte de La Cerdaña pasaban a ser franceses y se separaban de Cataluña.
Tras la muerte de Carlos II sin descendencia, Felipe V, de la dinastía borbónica, ocupó el trono de España. En 1701 juró las Constituciones, pero la existencia de otro pretendiente, Carlos de Austria, desembocó en la guerra de Sucesión. Cataluña tomó partido por los austriacistas, pero en 1714 se produjo la caída de Barcelona y las ciudades que no apoyaron a los Borbones fueron tratadas duramente. En 1716, el decreto de Nueva Planta abolió las instituciones propias, no así el derecho civil catalán.
Resurge el catalanismo. Durante las guerras napoleónicas, Cataluña fue temporalmente segregada por Bonaparte. En el último tercio del siglo XIX se produjo un gran resurgimiento del catalanismo en todos los aspectos. En política, el resultado fue la Mancomunidad, la unión de las diputaciones como institución que representaba a Cataluña. Su existencia fue corta, ya que en el año 1923 fue abolida por la dictadura de Primo de Rivera. La situación cambió radicalmente con la República y en 1932 fue restaurada la Generalitat y se aprobó el Estatuto de Autonomía. La guerra civil de 1936-1939 y la victoria franquista comportaron una larga dictadura, en la cual fueron proscritos los signos de identidad y las instituciones catalanas. La democracia trajo de nuevo la Generalitat, restablecida en 1977 con Josep Tarradellas como presidente. Dos años después, Cataluña tenía de nuevo un Estatuto de Autonomía. La vigencia del Estatuto coincidió con una de las épocas de mayor desarrollo económico y social de Cataluña, y 25 años después se consideró que había llegado el momento de poner al día la norma básica que regía el país. Tras un complejo proceso de revisión y tramitación, el nuevo Estatuto fue aprobado en referéndum en el año 2006.
Sabías que... Cataluña tiene uno de los parlamentos más antiguos del mundo. Lo recordaba el violonchelista Pau Casals ante la Asamblea de Naciones Unidas en octubre de 1971, poco antes de interpretar su mundialmente conocido El cant dels ocells: "Cataluña ha sido la mayor nación del mundo. Les diré por qué: Cataluña tuvo el primer Parlamento, mucho antes que Inglaterra. Y fue en Cataluña donde hubo un principio de 'Naciones Unidas'. Todas las autoridades de Cataluña se reunieron en el siglo XI (.) para hablar de paz. ¡Sí, en el siglo XI! Paz en el mundo, porque Cataluña ya estaba contra la guerra, contra todo aquello que las guerras tienen de inhumano. Sí, en el siglo XI. ¡Eso era Cataluña!".
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