Aquí hay un castillo pelín siniestro, pues alberga un museo de la tortura con aparatos estremecedores. En él nació Carlos V, en el retrete, pues su madre, indispuesta, no encontró mejor sitio.
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Interior del castillo |
Una tortura fundamental, que a veces constituía únicamente una preparación de la víctima para posteriores tormentos, era la dislocación de los hombros mediante la rotación violenta de los brazos hacia atrás y arriba. El suplicio del péndulo es (como tantas otras torturas) barato y eficiente. No necesita equipos complicados. Las muñecas de la víctima se ataban por detrás de la espalda, y en esa ligadura se añade una cuerda y se iza. Inmediatamente, los húmeros se desarticulan junto con la escápula y la clavícula. Tal dislocación producía horribles deformaciones, a menudo permanentes. La agonía se podía estimular mediante pesas agregadas progresivamente a los pies, hasta que al fin el esqueleto se desmembraba. Al final, la víctima, paralizada, moría.
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Museo de la tortura |
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Otro chisme para mujeres. Se introducía en la vagina |
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Desgarra pechos. Solo mujeres |
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