Hasta el s.XX, con la aparición de las
fibras sintéticas, las escobas y escobones utilizados en Europa apenas diferían
de los empleados en tiempos primitivos: Consistían en un manojo de ramas o un
haz de espigas recortado y sujeto a un mango.
Escobas antiguas |
Una transformación radical en la industria de la escoba se operó a principios de siglo, cuando un vendedor de cepillos y escobas empezó a llamar a las puertas de los hogares norteamericanos.
Alfred Carl Fuller llegó a los USA en 1903 procedente de Nueva Escocia. Su capital consistía en 75 dólares y una Biblia, y sus características personales eran una mente soñadora y una naturaleza irresponsable. Después de ser despedido de tres empleos, Fuller consiguió trabajo como revisor en el ferrocarril elevado de Boston., pero de nuevo se encontró en la calle tras apoderarse de un tren para divertirse y descarrilarlo. A continuación, sería despedido como mozo de establo por descuidar los caballos , y como mensajero al perder habitualmente los paquetes. Fuller aseguraba que nunca le había gustado trabajar para otros, y en 1905 empezó su propio negocio vendiendo cepillos y escobas de puerta en puerta.
En una habitación que había alquilado en Hartford, Connecticut, trabajaba hasta altas horas fabricando escobones de alambre y de crin, ideales para limpiar los rincones y las grietas de las casas a finales del s. XIX. Durante el día, recorría las calles vendiendo su artículo a 50 centavos la unidad. Con no poca sorpresa por su parte, resultó ser un vendedor de primera, y en 1910 disponía de una plantilla de 25 hombres para colocar su mercancía.
A partir de ahí, fué imparable. Al inventarse los materiales sintéticos, cepillos, escobas y otros objetos de fregar ya los construyó con ellos, haciéndose millonario.
A pesar de sus locuras juveniles, como era un buen hombre, ayudó a mucha gente a encontrar trabajo e hizo obras buenas y es recordado como un prócer.
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