Almanzor seguía siendo el amo, y la sultana Aurora (se llamaba así porque había nacido cristiana), que fue su amante, ahora no sentía más que ganas de revancha por lo que entendía una traición de Almanzor. Intentaba poner en su contra a toda la corte.
Este no temía a nadie, menos al virrey de Mauritania, Ziriben-Attia, quien se rebeló diciendo que no podía consentirse que el verdadero soberano estuviese preso en Palacio por un ministro poderoso y omnipotente.
Almanzor temía a Ziri, O tal vez al único que temió en su vida, Porque despreciaba a sus enemigos demasiado para temerlos,. Este jefe semibárbaro había conservado en los desiertos africanos el vigor, el orgullo de raza y las cualidades características de otra época.
En otro tiempo habían sido amigos. Aquí se repite la eterna historia de dos hombres que habían forjado una estrecha amistad y luego se habían convertido en los peores enemigos, porque se conocían muy bien. Almanzor, entonces le había nombrado visir con el sueldo inherente a esta categoría, y a todo su séquito también había concedido dignidades con buenos sueldos. (¡Que poco cambia la HIstoria...es siempre lo mismo.)
Una vez Ziri se puso a despotricar de Almanzor, sin reconocerle todo lo que le había dado. Estas palabras, a otros le hubiesen costado la cabeza, pero Almanzor , ésta se la envainó y hastla le nombró vieey de Mauritania. Le temía, y puede que hasta le odiara, pero seguía pensando que era sincero y leal.
Pero las cosas no demostraron estas cualidades. Ziri era muy astuto. Se había aliado con la sultana Aurora, quien le pagaba por conspirar, y por el papel caballeresco que sentía que estaba dirigiendo su destino. Librar al legítimo heredero de las garras de su primer ministro y acabar con éste.
La sultana conocía el ávido deseo de Ziri por el dinero, y por eso le pagaba. El tesoro encerraba cerca de seis millones en oro y estaba en Palacio. Ella tomó de allí 80.000 monedas de oro y las escondió en 100 cántaros. Encima vertió miel, ajenjo y otros licores conocidos, y puso un letrero en cada cántaro.y encargó a algunos esclavos que los llevasen fuera de la ciudad a un sitió que les indicó.
Todo
salió a pedir de boca. El Prefecto no sospechó nada y los dejó pasar. El tesoro estaba ya camino de Mauritania cuando Almanzor se enteró de que había sido burlado. Pensó que la sultana había cogido el dinero por indicación del califa, y esto era muy peligroso para él. Si Aurora hubiese cogido el dinero por su cuenta. todavía podría manejar la situación, y estuvo dudando en emplear la violencia.Pero si lo hacía el pueblo se levantaría contra él.
Pero Ziri todavía estaba en Africa, y el califa era un ser voluble. Almanzor no se desanimó . A espaldas de Aurora consiguió una entrevista con el califa . Habló con él, y como las almas débiles caen enseguida en la telaraña de las que son fuertes. le explicó que no podía reinar, y le autorizó a trasladar el dinero. Pero Almanzor quería aun más. Dijo al califa que para que le creyera todo el mundo, necesitaba una declaración escrita. El califa le prometió firmar todo o que quisiera, y entonces Almanzor hizo redactar inmediatamente un acta, en virtud de la cual Hixem le abandonaba, como antes, la dirección de los negocios.El califa la firmó delante de muchos nobles, que firmaron también en calidad de testigos -año 997- y Almanzor dió a este documento la mayor difusión posible
Este no temía a nadie, menos al virrey de Mauritania, Ziriben-Attia, quien se rebeló diciendo que no podía consentirse que el verdadero soberano estuviese preso en Palacio por un ministro poderoso y omnipotente.
Almanzor temía a Ziri, O tal vez al único que temió en su vida, Porque despreciaba a sus enemigos demasiado para temerlos,. Este jefe semibárbaro había conservado en los desiertos africanos el vigor, el orgullo de raza y las cualidades características de otra época.
En otro tiempo habían sido amigos. Aquí se repite la eterna historia de dos hombres que habían forjado una estrecha amistad y luego se habían convertido en los peores enemigos, porque se conocían muy bien. Almanzor, entonces le había nombrado visir con el sueldo inherente a esta categoría, y a todo su séquito también había concedido dignidades con buenos sueldos. (¡Que poco cambia la HIstoria...es siempre lo mismo.)
Una vez Ziri se puso a despotricar de Almanzor, sin reconocerle todo lo que le había dado. Estas palabras, a otros le hubiesen costado la cabeza, pero Almanzor , ésta se la envainó y hastla le nombró vieey de Mauritania. Le temía, y puede que hasta le odiara, pero seguía pensando que era sincero y leal.
Pero las cosas no demostraron estas cualidades. Ziri era muy astuto. Se había aliado con la sultana Aurora, quien le pagaba por conspirar, y por el papel caballeresco que sentía que estaba dirigiendo su destino. Librar al legítimo heredero de las garras de su primer ministro y acabar con éste.
La sultana conocía el ávido deseo de Ziri por el dinero, y por eso le pagaba. El tesoro encerraba cerca de seis millones en oro y estaba en Palacio. Ella tomó de allí 80.000 monedas de oro y las escondió en 100 cántaros. Encima vertió miel, ajenjo y otros licores conocidos, y puso un letrero en cada cántaro.y encargó a algunos esclavos que los llevasen fuera de la ciudad a un sitió que les indicó.
Todo
salió a pedir de boca. El Prefecto no sospechó nada y los dejó pasar. El tesoro estaba ya camino de Mauritania cuando Almanzor se enteró de que había sido burlado. Pensó que la sultana había cogido el dinero por indicación del califa, y esto era muy peligroso para él. Si Aurora hubiese cogido el dinero por su cuenta. todavía podría manejar la situación, y estuvo dudando en emplear la violencia.Pero si lo hacía el pueblo se levantaría contra él.
Pero Ziri todavía estaba en Africa, y el califa era un ser voluble. Almanzor no se desanimó . A espaldas de Aurora consiguió una entrevista con el califa . Habló con él, y como las almas débiles caen enseguida en la telaraña de las que son fuertes. le explicó que no podía reinar, y le autorizó a trasladar el dinero. Pero Almanzor quería aun más. Dijo al califa que para que le creyera todo el mundo, necesitaba una declaración escrita. El califa le prometió firmar todo o que quisiera, y entonces Almanzor hizo redactar inmediatamente un acta, en virtud de la cual Hixem le abandonaba, como antes, la dirección de los negocios.El califa la firmó delante de muchos nobles, que firmaron también en calidad de testigos -año 997- y Almanzor dió a este documento la mayor difusión posible
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