A mi no me molestan los móviles, sino al contrario.(a mi amiga sí, los odia) Yo siempre me compro uno bueno para disfrutar de la maravilla que es un aparatico como éste, que hace cosas impensables. Disfruto mucho con él, es mi juguete. Tampoco odio los ordenadores. Me parecen unas máquinas extraordinarias, y también muy divertidas. Ahora estoy escribiendo esto en uno de ellos.
A mí lo que me cabrea es que se vayan perdiendo los libros. Ahora los jóvenes no leen, todo lo quieren ver en dibujos o escucharlo en una máquina. Yo, no puedo evitarlo, soy de la Galaxia Gutenberg, y me parece que somos un grupo a extinguir.
El papel se dejará de usar... Una de mis ideas de la felicidad es pasarme una tarde de invierno leyendo un libro interesante.
Además, los jóvenes (también me repatea el lenguaje inclusivo...) no se interesan por la Historia, que es apasionante, mejor que cualquier novela. Me he enterado de que ahora la Historia de España solo se enseñará en las escuelas a partir de las Cortes de Cádiz; todo lo anterior quedará en el olvido, ¡porque alguien ha decidido que son aburridas antiguallas!!!. Ahora que he puesto signos de exclamación también me he dado cuenta de que en todos los aparatos ya se ha suprimido el primer signo de exclamación y el primero de la interrogación; así nos igualamos con los anglosajones. La RAE tendrá que envainársela.
Cuando yo hice el bachillerato disfruté mucho estudiando griego y latín. Esto puede parecer extraño, porque no era ninguna empollona ni masoca. Sólo que he sido y soy siempre de letras, que es lo que me gusta. Ahora ser de letras resulta algo inútil. Pero a mí me parece que estudiar griego y latín da mucha cultura, porque instintivamente sabes el origen de muchas palabras, y a mí me ha servido para leer inscripciones en ambos idiomas cuando he ido de viaje por el Mare Nostrum. Ahora estoy estudiando árabe, que me parece precioso.
Todo esto a mucha gente le parecen tonterías, pero es a individuos un poco cerriles.
Como curiosidad, diré que estudiando el griego clásico traduje el Evangelio de San Lucas y la Anábasis de Jenofonte; el primero es facilísimo, y a pesar de eso tiene unos errores mayúsculos. Por ejemplo, todos hemos oído aquello de que "no hay que tirar margaritas a los cerdos". A mí siempre me había parecido una comparación un tanto rara, y cuando leí este Evangelio, me dí cuenta de que la palabra griega que significa margarita significa también perla. ¡Así sí que adquiría todo su significado!.
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