El ejemplo favorito de tales apologistas de la tortura es el atentado que se anuncia y al que hay que anticiparse. El coronel Roger Trinquier da, acerca de ello, largas explicaciones (en una película de 1972, Une civilisation de la torture). Imaginen ustedes, dice, que han arrestado a un colocador de bombas, el cual instaló ya cinco, y que ustedes saben que van a estallar dentro de cinco horas. Pueden escoger entre interrogarlo civilizadamente y arriesgarse a que los muertos sean cuarenta y los heridos doscientos, o bien torturarlo para descubrir y desactivar las bombas, e impedir así los atentados. "Yo, por lo que a mí concierne, estoy decidido a interrogarlo hasta que responda a mis preguntas."
Este argumento no es válido por dos razones. La primera es que la tortura no se practica para evitar los atentados sino en muy pocos casos; el colocador de bombas detenido entre dos atentados es una excepción. La tortura sirve, ante todo, para identificar al enemigo, tarea infinitamente más común que la prevención de atentados
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Fotos de la guerra de Argelia |
Yo recuerdo que por entonces, recién salida del colegio y con 16 añitos, ya trabajaba en el Servicio de Armamento de la Base Aérea de Baleares.
Era un trabajo entretenido, mucho mejor que escribiendo a máquina en una oficina...
Mi trabajo consistía en que tenía que hacer pruebas con la pólvora de los diferentes lotes de cartuchería que el Ejército del Aire empleaba entonces. Me traían muestras de cada lote de uno de los barracones donde estaba almacenada la pólvora.
Tenía un soldado como ayudante, pues yo no tenía fuerza suficiente para quitar la bala del cartucho y sacar la pólvora. Luego la pesaba, me parece que 2 gramos y medio, y ponía la muestra dentro de un tubo de ensayo que se tenía que meter en un aparato de acero, grande como un maletín, lleno de aceite pesado y que había de calentar me parece que a 180ºC. Si ninguno de los tubos explotaba, la polvora de ese lote estaba bien. Esta prueba se llamaba de estabilidad.
Luego estaban las pruebas de acidez, que eran muy aburridas.
Yo por todos estos trabajitos cobraba un plus de peligrosidad, y vive Dios que una vez lo tuve que utilizar..
De vez en cuando, y como el aceite pesado tardaba en calentarse, yo debía acercarme al cacharro de acero donde estaban los tubos calentándose hasta 180ºC. Esto no era un tiempo fijo, sino aproximado, y cada vez que metía la cabeza allí para mirar como iba la cosa, pensaba que si aquello explotara entonces, me quedaba sin cara. Pero yo, tan tranquila.
Ah!! pero los hados disponen de las cosas, y un día, sin culpa por parte alguna, casi el aparato me vuela la cabeza.
Yo estaba trabajando siempre con corriente de 125, que entonces aún era muy común. Pero una vez tuvieron que trasladar mis trastos a otro barracón, porque no recuerdo qué diantres tenían que hacer en el mío.
Me pusieron mis chismes ene el nuevo barracón, algo más nuevo que el mío, y nadie -ni yo- advirtió que yo hasta entonces estaba trabajando con corriente de 125, y en mi nuevo puesto la corriente era de 220.
Pues ¿qué ocurrió?. Que yo sabía muy bien que el chisme donde estaban metidos los tubos de pólvora para la prueba de estabilidad, lleno de aceite pesado, llegaba hasta la graduación adecuada -que ahora no la recuerdo-pongamos que en 15 minutos más o menos, pero eso era con una corriente de 125, y no de 220.O sea que aquello subió com o la espuma, y en cinco minutos mas o menos ocurrió la explosión. Era mi día de suerte, pues un minuto antes estaba con la cara enfrente de la bomba en que se había convertido mi experimento. Pero cuando estalló todo aquello solo me dió un golpe en la espalda, pues ya había dejado de mirar al aparato aquel un momento antes.
Aquello fué la bomba perfecta, e hizo tanto ruido que en todo el cuartel (Son Rullán)y hasta fuera, en el barrio de El Vivero.
Pronto corrió la noticia, desvirtuada como ocurre muchas veces, y se decía que la hija del coronel había perdido la cabeza.
Yo solo tuve un corte en la frente, por un cristal, y ya se sabe que los cortes en la cara sangran mucho. Por suerte el botiquín estaba al lado, donde entré en tromba y casi cegata, porque la sangre se me había metido en los ojos, y hasta la falda llevaba manchada. Y dando un susto de muerte al soldado que tranquilo hacía su turno leyendo una novela, y que ni se le imaginaba lo que se le venía encima. Se quedó pasmado, no creía lo que veía. Yo de un salto me tumbé en una camilla de espaldas, porque mi miedo es que me podría haber quedado tuerta.Yo gritaba al soldado "mirame los ojos"!, pero tan aturullado estaba el pobre chico que lo único que se le ocurrió es coger una toalla y taparme las piernas. ¡Yo le hubiese matado, al pobre...!
Mi padre llegó de Jefatura asustadísimo, y cuando le recibí andando y solo con sangre, vio que aquello no iba de muerte y se puso muy contento. ¡Si ya todo el mundo militar hablaba del aparato estallado en Son Rullán y de mí, que unos decían que estaba bien y otros que me había quedado sin cabeza.!
Bueno, bien está lo que bien acaba, y yo cobré mi plus de peligrosidad, faltaría más...! Me lo había ganado derramando mi sangre!!!¡Por la Patria!
Después de tres años tuve que dejar este trabajo tan entretenido porque trasladaron mi laboratorio a Canarias y mi familia prefería que no me fuera allí por tanto tiempo.
Pero le estoy muy agradecida a mi padre, y a todos los militares que pasaron entonces por mi vida, porque me divertí mucho con estos trabajitos.
Además, aprendí a manejar armas: Pistolas , fusiles y metralleta Star 045, que nunca está de más.jaja
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