Cuando yo era chica e iba al colegio, tenía una compañera de pupitre que era muy simpática, y era de un pueblo de la costa este de Mallorca, Felanitx. Entonces no había drogas, pero sí mucho contrabando de tabaco, que entraba por las innumerables y preciosas calas que tiene la isla, y era muy fácil. Esta compañera me decía con toda naturalidad y su puntito de orgullo: "En mi pueblo somos todos contrabandistas!". Yo me escandalizaba un poco, pues mis padres me habían enseñado que eso era un delito como robar, pero nunca le dije nada. Y es verdad, en aquel entonces los mallorquines, antes del boom turístico, se dedicaban al contrabandismo a gran escala. ¡Qué cosas!.
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