EL GATO DEL CARDENAL
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(De “Perros y Gatos en la Historia”), Primer Premio Majoral Lech Walter, en Perpignan. Es mío, claro.
Sabido es que el Cardenal de Richelieu era gran amante de los gatos, de quienes decía que eran tigres de salón.
Pero una vez tuvo un altercado con uno de sus preferidos, Minou. Este era un macho de cinco años , de la raza de los Cartujos, de color ceniza, muy populares en Francia.
Un día Minou se fue de gatas, y al cabo de tres o cuatro días volvió al Palacio. Al ir al sitio donde tenía su bebedero y su plato, se dio cuenta, con horror e indignación, que no tenía más que un poco de agua sucia y que en el plato no había más que unos restos averiados de comida, lo que él había dejado al marcharse a sus correrías. Sus ojos dorados lanzaban destellos de ira, y se le erizó el pelo desde la cabeza hasta la punta del rabo.
¡Intolerable!- se dijo. Y marchó con paso digno y firme hacia el despacho de su amo.
Lo encontró cerrado,pero eso no era problema para él. Como muchos de sus congéneres, sabía abrir puertas.Dió un salto colgándose de la manija, y, balanceando la pesada puerta, esta se abrió unos centímetros, lo que le permitió entrar en la estancia. Era un despacho amplio y suntuoso, digno de quien dirigía los destinos de Francia y aún de Europa. El suelo estaba recubierto de espesas alfombras, las paredes tenían tapices bellísimos y estaban corridas las cortinas de terciopelo escarlata. Un fuego ardía en la chimenea cerca de una mesa de caoba, donde el Cardenal despachaba sus asuntos.
Allí se dirigió Minou, y de un elástico salto se instaló encima de uno de los muchos montones de papeles. Conocía las costumbres de su amo y sabía que después de cenar iría a su mesa de trabajo, donde permanecería hasta muy entrada la noche. Se sentó , tieso y digno, irguiéndose en toda su estatura, con los ojos brillando a la luz del fuego, las pupilas dilatadas y los bigotes tiesos, mirando fijo a la puerta por donde tenía que aparecer Richelieu.Este no se hizo esperar.. Al cabo de unos minutos hizo su aparición el Cardenal, andando deprisa, entrando en la estancia con un frufru de seda color púrpura. Su cara morena y astuta, de rasgos afilados y negro bigote, estaba relajada y alegre. Había comido bien y los asuntos marchaban. No se dio cuenta de la tiesa presencia de Minou entre los papelotes. Este se indignó aún más.
-Monsieur le Cardinal…-empezó.
-¡Ah, Minou, mon chéri!. No te había visto.
Fue hacia él con ademán de cogerle en brazos, pero Minou estaba demasiado ofendido para zalemas y dio un paso atrás.
-¿Qué te pasa, Minou? ¡Ah, sinvergüenza! ¡Cuántos días sin verte! ¡Qué suerte tú, que vives sin preocupaciones…!
-¡¡Nom d´un nom d´un nom d´un chien ¡¡Parbleu!!
-Minou, te tengo dicho que no emplees ese lenguaje. ¡Eso lo aprendes de los gatos del cuartel de los mosqueteros, que son unos mal educados!
-¡Ah, Monseñor, lo que faltaba!.¡Vos no sois muy comedido cuando el Rey os irrita con sus estupideces, y debéis aguantaros!.Luego venis aquí ¡y decís cada cosa!.Yo os oigo desde debajo de la mesa…
-¡Pero Minou!¿qué te pasa?. No me llames Monseñor…yo soy tu amito Riri, que te quiere mucho…
-¡Sí, muchas palabritas dulces, pero después pasa lo que pasa!. Monseñor, habéis de saber, y a ciencia cierta no lo ignoráis, pues os tengo por hombre avisado y con experiencia-dijo sentenciosamente Minou , ladeando su robusta cabeza- que a un pueblo se le gobierna teniendo contentos tanto a los de abajo como a los de arriba, y en este caso habéis metidota pata…!
-¡Minou, quien ha metido la pata eres tú!¡Mira cómo estás poniendo los papeles!
Efectivamente, Minou, en su excitación y empeño de que el Cardenal no lo cogiera en brazos, había ido retrocediendo y metido una de sus patas traseras en el tintero.
-Bueno, bueno…-dijo éste algo desconcertado- …pero habéis de reconocer, Monseñor, que no os habéis portado conmigo como es debido.
-¿Qué quieres decir?
-¡¡¡Que me he encontrado mi bebedero sucio, y mi plato hecho una porquería!!! ¿No sabéis que a nosotros,los gatos, nos gustan que nos cambien el agua a diario, y que no soportamos la comida de un día para otro?. Pues los restos de mi plato apestan, no hay agua y nadie me lo ha limpiado en todos estos días!!!
-¡Oh, Minou, perdona!. Ahora mismo llamo para que lo arreglen todo.
Y el Cardenal llamó a un sirviente, que llegó al punto, al que dio instrucciones para que todo quedase limpio y reluciente como la plata, agua limpia, comida y un plato de leche tibia.
-Perdona, Minou…-dijo el Cardenal abrazándole.No volverá a suceder…pero como te fuiste de gatas…
-¡Ouf, eso no es excusa!...dijo el gato aguantando con cara de paciente resignación aquellos asfixiantes achuchones.
-Y… cuéntame, ¿cómo te ha ido?.¡Tienes una herida en la oreja!. Tendré que curártela.
-Bah, me la hice en una pelea con el gato de Mr. De Trèville, por la gata de Mme. De Rollebon!.
-¿Y qué? ¿fue bien todo?- dijo con pícara curiosidad Su Eminencia.
Pues sí. –dijo Minou con indiferencia.-Estas gatas son todas iguales.Al principio se hacen las difíciles, pero después todas caen…
Se volvió de espaldas y anduvo hasta el borde de la mesa con toda la dignidad posible, con el rabo tieso y dejando huellas de tinta por allí donde pasaba.
Todo terminó bien. Se bebió la leche y cenó con ansia, pues las correrías amorosas dan hambre y quebrantan algo el cuerpo y el espíritu. Después, con la tripa llena y un completo autolavado, se dirigió al sillón donde estaba su amo y saltó a su regazo, dejándose acariciar y agradeciendo los mimos que le prodigaba el Cardenal con un fuerte ronroneo de satisfacción.
Aquello era una buena vida, no como la de muchos congéneres suyos, que pasaban hambre y sufrían malos tratos…con amos como Richelieu se podía estar…aunque a veces hubiera que llamarlos al orden…
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