pieles no

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Pieles NO

viernes, 16 de octubre de 2009

Chistes de curas y monjas

La prueba final

Doce candidatos a sacerdote iban a ser ordenados. La prueba final consistía en formar en línea recta, totalmente desnudos, en el jardín, mientras una sexy, hermosa y bien dotada bailarina exótica, totalmente desnuda, realizaría un excitante baile oriental. A cada aspirante se le había amarrado una campanilla en el pene y se les advirtió que al que hiciera sonar la campanilla no se le ordenaría sacerdote, ya que eso demostraría que no había llegado a alcanzar el estado de pureza espiritual que se requería.

Es así como la bella dama inició su excitante baile delante del primer candidato. Éste aguantó el espectáculo estoicamente, y no hubo reacción alguna. Y lo mismo sucedió con el segundo, y el tercero, y el cuarto. El prior estaba maravillado. Cuando la bailarina llegó al último, la campanilla empezó a sonar y a saltar como loca, tanto que se le salió y cayó al suelo. El candidato, todo avergonzado, se agachó a recogerla y... ¡todas las campanillas empezaron a sonar!
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Sacristán confesor

Un cura tenía que ausentarse de su parroquia por una cita con el obispo en la ciudad. Llamó al sacristán y le dijo:

-Mira, hijo, mañana es el día de la confesión y yo tengo que ausentarme. Tendrás que darla tú.

-¡Pero, señor cura! ¡Yo no estoy preparado!

-Tranquilízate, que eso es fácil. Deja que venga un creyente y verás.

Llegó un creyente y pidió confesar.

-Padre, he pecado.

-¿Qué has hecho?

-Me hice una paja.

-¿Una sola?

-Bueno..., fueron dos.

-¿Dos?

-La verdad es que fueron tres.

-Está bien. Reza tres avemarías y deja 20 euros en el cepillo.

El padre se dirigió entonces al sacristán:

-¿Te has fijado? Ya has visto lo fácil que es.

Al día siguiente el cura se fue y el sacristán ocupó su lugar en el confesionario. Al rato, llegó el primer pecador.

-Padre, he pecado.

-¿Qué has hecho, hijo?

-Me hice una paja.

-¿Una sola?

-Bueno, no, fueron dos.

-¿Dos?

-Sí, dos.

-¿Pero estás seguro que fueron dos nada más?

-¡Que sí, padre, que fueron sólo dos!

-Entonces vete a tu casa y te haces otra, porque estamos de ofertas. ¡Aquí son tres pajas por 20 euros!
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Sermón interesado

El cura recitaba su sermón:

-Queridos feligreses: ha llegado a mis oídos el rumor de que se ha instalado cerca de la iglesia una casa de esas, de mala reputación, donde trabajan mujeres de la vida. Pues bien, ándense con cuidado, eviten la tentación y el pecado. Sepan que alguna de esas mujeres les puede contagiar una enfermedad venérea. Y luego, ustedes llegan a sus hogares y se la pasan a sus esposas... ¡y ahí sí que nos jodemos todos!
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Confesión

-Padre, perdóneme porque he pecado.

-Dime, hija, ¿cuáles son tus pecados?

-Padre, el demonio de la tentación se apoderó de mí, pobre pecadora.

-¿Cómo es eso, hija?

-Es que cuando hablo con un hombre tengo sensaciones en el cuerpo que no sé como describirlas...

-Hija, por favor, que también soy un hombre...

-Sí, padre, por eso vine a confesarme con usted.

-Bueno, hija, ¿y cómo son esas sensaciones?

-No sé cómo explicarlas. Por ejemplo, ahora mi cuerpo se rebela a estar de rodillas y necesito ponerme más cómoda.

-¿En serio?

-Sí, quiero relajarme y quedarme tendida...

-Hija, ¿tendida cómo?

-De espaldas al suelo, hasta que se me pase la tensión...

-¿Y qué más?

-Es como que tengo un sufrimiento que no le encuentro acomodo.

-¿Y qué más?

-Como que espero un poco de calor que me alivie...

-¿Calor?

-Calor, padre, calor humano, que lleve alivio a mi padecer...

-¿Y cómo de frecuente es esa tentación?

-Permanente, padre. Por ejemplo, ahora me imagino que sus manos sobre mi piel me darían mucho alivio...

-¡Hija!

-Sí, padre, perdóneme, pero me urge que alguien fuerte me estruje entre sus brazos y me dé el alivio que necesito...

-¿Por ejemplo yo?

-Por ejemplo, usted es la clase de hombre que imagino me puede aliviar.

-Perdóname, hija mía, pero necesito saber tu edad...

-Setenta y cuatro, padre.

-Hija, vete en paz, que lo tuyo es reumatismo...

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La sobrina del párroco

La sobrina del párroco regresa a su casa después de mucho tiempo de haberse ido. El tío comienza a regañarla, diciéndole:

-¿Dónde estuviste tanto tiempo, desgraciada? Porque ni siquiera escribías. Tu madre ha estado desesperada.

La muchacha, llorando, le contesta:

-Perdonadme todos, me tuve que hacer prostituta.

-¡Largo de aquí, desvergonzada! ¡Mala mujer, Dios te castigará!

-Como ordenes. Yo sólo vine a entregar este abrigo de visón y las escrituras de una casa a mi mamá, una cuenta de ahorros con 5 millones de dólares a mi hermanito y este Rólex de oro y el cadillac negro que está en la puerta para tí, querido tío.

-¿En qué dijiste que te has convertido, niña? -pregunta el párroco, algo confundido y suavizando el tono-.

-En prostituta.

-¡Ah, qué susto! ¡Yo había entendido protestante!
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La vela

La Sra. Donovan caminaba por la calle O'Connell de Dublín cuando se cruzó con el padre Rafferty. El padre le dijo:

-Muy buenos días, ¿no es usted la Sra. Donovan, a quien casé hace dos años?

-Efectivamente, padre, soy yo.

-¿ No han tenido niños aún?

-No, padre, aún no.

-Bueno, la semana próxima viajo a Roma, así que, si quiere, encenderé una vela por usted y su esposo.

-¡Oh, padre, muchas gracias! Le estaremos muy agradecidos.

Años más tarde se encontraron nuevamente. El sacerdote preguntó:

-Bueno, Sra. Donovan, ¿cómo se encuentra usted ahora?

-Muy bien, padre.

-Por favor, dígame, ¿han tenido niños ya?

-Oh sí, padre, tres pares de mellizos y cuatro criaturas más. En total diez.

-¡Bendito sea el Señor! ¡Qué maravilla! ¿Y dónde está su amante esposo?

-Camino de Roma, a ver si puede apagar la puta vela.
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El hijo del cura

Un cura rural nota que se le está hinchando mucho la barriga y acude al hospital. Los médicos que lo atienden se dan cuenta inmediatamente de que es una simple acumulación de gases, pero deciden gastarle una broma. Lo anestesian y con medicación consiguen rebajarle la hinchazón, le colocan a su lado a un bebé recién nacido huerfanito y, cuando despierta de la anestesia, le dicen que ha dado a luz y que ese es su hijo. El cura, muy preocupado, decide volver a la parroquia con el bebé, diciendo a sus feligreses que es un sobrino al que se le ha muerto su madre y que lo va a tener con él.

Pasan los años, el bebé ya es un hombre de más de 20 años y el cura, enfermo en su lecho de muerte, lo llama. El presunto sobrino se acerca y le dice:

-¿Qué quieres, tío?

-Precisamente de eso te quería hablar.

-No necesitas decirme nada, ya hace mucho tiempo que sospechaba que no eras mi tío, sino que eras mi padre...

-No, hijo, no... No soy tu padre, sino tu madre. ¡Tu padre es el Obispo!
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Equivocado

Un hombre va a la iglesia. Cuando está arrodillado al lado del confesionario le dice al sacerdote:

-Padre, lo que yo necesito es un Mercedes Benz 300 SE, con aire acondicionado, transmisión automática y control de velocidad crucero.

El padre, luego de reflexionar un rato, lo mira y le dice:

-Mira, hijo mío. Tú eres tonto o te lo haces. Lo que tú necesitas es ir a un "concesionario", no venir a un "confesionario"...
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Pecado grave

Un día se acerca una joven al confesionario y dice:

-Padre, confiéseme, porque he pecado.

-A ver, hija, ¿qué te ha pasado?

-Padre, ayer me acosté con el cura de la parroquia vecina...

-¡Muy mal hecho, hija, muy mal! Porque debes recordar que tú perteneces a esta parroquia...
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Confesionario estropeado

El párroco de una iglesia tiene sospechas de que el sacristán le está robando las limosnas de la iglesia, así que lo afronta durante su confesión:

-Mira, Ramón, ya que estamos bajo el sacramento de confesión y lo que digas se quedará conmigo... dime, hijo, ¿quién está robando las limosnas de la iglesia?

-¿Qué dice, padre? No se oye.

-Ramón, hijo, tú sabes a qué me refiero. Dime, ¿quién está robando las limosnas de la iglesia?

-Padre, ¿qué dice? ¡No se oye nada!

-¿Cómo que no se oye? No me tomes por tonto.

-Padre, de verdad, venga usted para este lado y lo comprobará.

Los dos cambian de lugar y el sacristán le dice:

-A ver, padre: ¿quién se está tirando a la esposa del panadero y a la secretaria de la iglesia?

-Tienes razón, hijo, desde aquí no se escucha absolutamente nada.
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Los curas no mienten

Una señora estaba en un avión volviendo de Suiza. A su lado estaba sentado un cura. Entonces ella le pregunta:

-Padre, ¿puedo pedirle un favor?

-Sí, hija mía, ¿qué quieres?

-Mire, compré un depilador eléctrico, súper sofisticado, muy caro, el cual aún no he usado y tengo miedo que supere mi límite en la aduana. ¿Podría usted esconderlo debajo de su sotana?

-Sí, hija, puedo; solamente debo advertirte que yo no sé mentir.

La señora piensa: "¡Ay! Ojalá que nadie le pregunte nada al cura..."

-Está bien, padre, gracias por su ayuda.

Y le da el depilador. Llegando a destino, en el aeropuerto, el agente de aduanas le pregunta al cura:

-¿Algo a declarar, padre?

A lo que el cura responde:

-De la cabeza a la cintura nada que declarar, hijo mío.

Medio extrañado, el agente pregunta:

-Y de la cintura para abajo, ¿qué tiene?

-Allá abajo tengo un instrumento para mujeres que nunca ha sido usado.

Y el agente echa una carcajada y dice:

-¡El próximo de la fila!
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La bicicleta del cura

En la misa dominical, durante el sermón, un cura de pueblo, muy enojado, se apoya en el púlpito y dice con tono muy grave:

"El sermón de hoy lo voy a dedicar a ustedes, ladrones, porque ayer sábado me robaron la bicicleta. Cosas como éstas no pueden suceder en este pueblo, y menos en esta comunidad, en la que todos nos conocemos desde pequeños y donde Dios ha sembrado su semilla de dicha y felicidad. Pero eso no quita, ni minimiza, lo que han hecho en el día de ayer: ¡me han robado mi bicicleta!

El primer mandamiento dice: "Amarás a Dios, sobre todas las cosas", pero ustedes no aman a Dios, porque quien roba no ama a Dios, ¡ladrones de mierda!

El segundo mandamiento dice: "No usarás el nombre de Dios en vano", pero quien roba reniega de Dios, pues sin mi bicicleta ahora tengo que caminar bastante para llegar a la otra comunidad y poder predicar su palabra.

El tercer mandamiento dice: "Santificarás el Domingo como día del Señor", pero ustedes no santifican nada porque son unos ladrones, sacrílegos de mierda, que han robado mi bicicleta sin ninguna consideración.

El cuarto mandamiento dice: "Honrarás a tu padre y a tu madre", pero ustedes parece que no tuvieran ni al uno ni a la otra, ¡mierdas!, pues, si no, les hubieran enseñado a no robar.

El quinto mandamiento dice: "No matarás", pero ustedes han matado la ilusión que tenía con mi bicicleta nueva, de manera que ahora mismo me van diciendo quién fue el grandísimo hijo de puta que robó mi bicicleta.

El sexto mandamiento dice: "No fornicarás..."

En eso, el curita se queda pensativo unos segundos y dice, sorprendido:

-¡La madre que me parió! Ya me acordé donde dejé la bicicleta...
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Embarazo eclesiástico

Una solterona se entera que una amiga suya había quedado embarazada sólo con un Ave María en la iglesia de un pueblo vecino. Unos días después decide ir a la iglesia con el deseo de quedar encinta al igual que su amiga.

-Buenos días, padre.

-Buenos días, hija, ¿en qué puedo ayudarte?

-Mire, padre, me enteré que una mi amiga vino aquí y quedó embarazada con un Ave María...

-No, hija, fue con un Padre Nuestro, pero ya no está aquí, lo echamos...
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El pájaro perdido

Un cura aficionado a la ornitología tenía doce pájaros. Todos los días por la mañana los soltaba para que volaran y éstos siempre regresaban a sus jaulas. Pero un día sólo regresaron once, así que el sacerdote, decidido, en la misa del domingo en la mañana preguntó:

-Queridos hermanos, presten atención a lo que voy a decir. ¿Quién tiene un pájaro?

Todos los hombres levantaron las manos.

-No, disculpen, creo que no me expliqué bien. ¿Quién ha visto un pájaro?

Todas las mujeres levantaron las manos.

-¡No, no! Lo que quiero decir es: ¿quién ha visto mi pájaro?

Todas las monjas levantaron las manos.

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