pieles no

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Pieles NO

sábado, 7 de agosto de 2010

El que buscaba


(cuento mío)

Iba en camello por el desierto, bajo el sol. Su montura era buena, era el mejor camello bactriano que encontró en el mercado de Kashgar, ya muy lejos, allá en Asia Central, donde los kirguises y los tártaros de altos pómulos le habían recibido en sus yurtas como a un hermano, pues todos los musulmanes son hermanos, sean de la raza , condición social o `país al que pertenezcan.
Venía de Jerusalén y se dirigia a La Meca.
Su viaje era muy largo, y casi todo en tiempo por el desierto, ardiente de día y gélido de noche.
Por las noches se arrebujaba para dormir al lado de su montura ,que se llamaba Saddik, que quiere decir amigo. Y lo era, no había tenido otro desde que salió de su casa.
Después de rezar, y antes de dormirse, veía allá arriba el cielo en todo su esplendor. La Via Láctea, y millones de estrellas.Entonces se ponía triste y se desesperaba, rogando a Dios que le concediera un sueño tranquilo. Estaba cansado y se dormía rápidamente.
Pero a veces no. Miraba aquella inmensidad desde su soledad y pensaba que si seguía pensando se volvería loco. Miraba dormir plácidamente a su camello y se decía: : “-Él lo sabe”

Los musulmanes creen que los animales tienen alma y que van al Paraíso. A ese Paraíso tan delicioso que él no terminaba de creerse, pero que le hubiera gustado tanto que fuera así. Con arroyos, flores, animales, los amigos queridos, bellas mujeres y buena comida. No podía comprender un Paraiso espiritual, de una eternidad de contemplación de la Divinidad. Los cristianos creían eso, pero él no podía creer ninguna de las dos cosas.´Y esto le hacía sufrir. Le hubiera gustado poder llorar, llorar como la fuente de Zamzam, como el río Jordán en su nacimiento entre bosques y que se perdía por la infinitud del desierto y el Mar Muerto.Era un rio alegre en su comienzo y triste en su fin. Como él. De niño había sido feliz, pero después empezó a hacerse preguntas y se entristeció. Buscó respuestas,pero no las encontró. Preguntó a hombres sabios, y unos le aconsejaban que confiara en Dios y otros que no se hiciera esas preguntas, que a nada conducían. Pero no podía evitar pensar en ello cada dia de su vida.
El viento empezó a soplar con un silbido agudo, y las dunas apenas se movieron.No hay cosa más parecida al desierto que el mar. Cuando se enfurece también es temible. Y se está solo. Con el sol si es de día y con la luna y las estrellas si es noche.
Se empezó a dormir y soñó que dormía, soñó que el manto de la noche le cubría como una colcha de terciopelo negro.
Al amanecer despertó y se dijo:
-He aquí un nuevo día. Cada día me trae una sorpresa.
Rezó la oración del alba.
Desayunó dátiles, queso y leche de camella que llevaba en un odre, y montó a Saddik, hacia su destino.
En Jerusalén había visto hombres de fe que se mataban entre ellos, en nombre de Dios, y pensó que el desierto había embebido mucha sangre en nombre de El.
Allah Akbar. Dios es grande.
Dios sabe por qué hace las cosas. Los hombres muchas veces no. El mismo, no sabía por qué había hecho este viaje,pues había salido un día de Samarcanda diciendo a su familia que iba a La Meca de peregrinación, pero en sus adentros sabía que no estaba diciendo exactamente la verdad. Sí, iba a La Meca,pero antes quiso pasar por Jerusalen, que también era ciudad santa. Alli estaba la mezquita Al-Aksa, y la de Omar, donde estaba la roca en la que se hallaba impresa la huella del caballo del Profeta cuando éste subió a los Cielos.La había besado, como todos, pero se sintió mal, como un impostor. Sabía lo que iba a encontrar en La Meca. Lo sabía como si ya hubiese estado cien veces, tantas se lo habían contado y lo había leído.
Pero en ningún momento dudó el proseguir su camino hacia la Ciudad Santa. Era un musulmán que daba limosna a los pobres, rezaba cinco veces al día y era temeroso de Dios.
No podía dejar de pensar en su Dios. A veces se le ocurrían ideas extrañas, como que en vez de ser un rico mercader y vivir en el mundo´tendría que haberse ido a vivir a un sitio apartado de los hombres y su agitación constante. Todos parecían saber lo que hacían y por qué lo hacían.Todos parecían estar muy seguros de todo, menos él, pensaba. Nunca hablaba de esto con nadie, y tenía buena fama en su ciudad.
Pero cuando salía a su jardín en las noches de verano, oliendo a los jazmines y la dama de noche, cerca del estanque donde se oía zambullirse a las ranas, y miraba al cielo, se sentia desgraciado y asustado, muy asustado. ¿Por qué?. Tenía miedo. A lo desconocido. A lo que todo el mundo veía igual que él lo veía. Pero con otros ojos. ¿Por qué él tenía que verlo con otros ojos?¿Era un castigo o, al contrario, un privilegio?.
No sabía nada. Y sabía que nunca lo sabría.
¿Nunca?
No lo sabía.


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