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Pieles NO

lunes, 29 de noviembre de 2010

El cambio horario








Cabría suponer que puesto que son muchos los países (la Unión Europea, por ejemplo), sobre todo del Hemisferio Norte (en el Hemisferio Sur son minoría), que llevan a cabo el cambio horario dos veces al año es porque, en efecto, resulta beneficioso. Sin embargo, entre la comunidad científica está cada vez más extendida la idea de que “lo que no va en lágrimas va en suspiros”, es decir que el ahorro energético que se pueda tener en determinadas horas se incrementa en otras y que, además, refiriéndonos solo a España, donde tanto el orto como el ocaso de Baleares y Galicia varían en casi sesenta minutos, son difícilmente medibles las ventajas e inconvenientes.
Tengo la impresión, y así se manifestaban muchos oyentes hace unos días en una emisora de radio en la que se planteó la pregunta, de que en nuestro país (España) gusta más el horario de verano. El hecho de que se nos haga de noche a media tarde (al margen de la posible influencia en el consumo energético) parece que nos produce sensación de tristeza. Por el contrario, cuando en los albores de la primavera, de repente, vemos el sol en el horizonte hasta horas tardías (insisto en que es mi opinión) puede hacernos pensar que todavía tenemos mucho tiempo por delante en esa jornada.
Lo curioso es que el horario de verano no es precisamente el novedoso. Como muchos de ustedes sabrán, fue a Benjamín Franklin (inventor del pararrayos) al primero que se le ocurrió, en el siglo XVIII, adelantar los relojes una hora en verano para consumir menos velas. Su idea no tuvo éxito en aquel tiempo y no fue puesta en práctica hasta 1916 por los alemanes durante la Primera Guerra Mundial. Algunos otros países también adoptaron esa medida (España lo hizo por primera vez en 1918) pero hubo discontinuidad en la costumbre. En marzo de 1940, en España y en algunas otras naciones europeas se tomó la decisión de adelantar de forma permanente la hora TMG (la del meridiano de Grenwich) para mayor aprovechamiento de la luz solar.
Puede decirse que es a partir de 1974 cuando comenzó a generalizarse por las naciones industrializadas el horario de verano (que tras la medida de 1940 conlleva dos horas de adelanto con respecto a la hora solar) aunque con cierta anarquía. En enero de 2001 el Parlamento Europeo aprueba con carácter indefinido y fija las fechas del último fin de semana de octubre y de marzo los cambios horarios. Los llamados horarios de invierno y de verano.

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