Hoy es el Dia de la Mujer Trabajadora, en recuerdo de aquellas obreras que en los USA fueron quemadas vivas dentro de la fábrica por sus patronos por haber exigido mejores condiciones laborales. Fué un 8 de marzo de principios de siglo, no recuerdo el año. pero por eso se celebra este día.
Yo ya no soy una mujer trabajadora. Lo empecé a ser desde los dieciséis años, cuando entré a trabajar con los milicos. Y luego en Turismo. O sea que, aunque no me haya roto mucho los cuernos en todo este tiempo, la verdad es que siempre procuré hacer bien mi trabajo, sin pasarme, desde luego. Para lo que me lo iban a agradecer... Ahora me doy la gran vida y hago lo que quiero. Solo lo paso mal cuando estoy mal, como hoy. Pero escribiendo se me va pasando. Estoy segura de que las muchas putadas que me han hecho en el Consell y el Govern han sido por mi militancia comunista. Si hubiera sido del PP, otro gallo me hubiera cantado. Pero yo soy especialista en arrimarme a árboles que dan mala sombra,, no lo puedo evitar. Me gustan las causas perdidas. En el fondo soy una romántica. Hasta recibí amenazas por las huelgas.
Yo creo que en el sitio donde con más entusiasmo he trabajado ha sido en el Partido Comunista. Cuando iba a clase de ruso, ante de mí iba Francisca Bosch, que era la dirigente de Baleares del PCE, y ella y mi profe cuchicheaban cosas prohibidas. Pero no me hacían mucho caso, y me enteraba de algo. Debieron pensar que era de fiar (qué ingenuas) o que no entendería nada. Años después le dije a Viviana que quería afiliarme, y me dijo que me lo pensara, que acabaría con el corazón roto. Yo le contesté que ya me habían roto el corazón alguna que otra vez, y que cogía los pedazos y los volvía apegar, y que no quería demorarlo. A mí nunca me ha gustado pensar demasiado las cosas. Me casé así. Por una corazonada. Y no me falla nunca. Lo más que hago es esperar un día, consultar con la almohada. Pero la almohada siempre piensa como yo, así que siempre hago aquello que en principio he deseado.
En los primeros tiempos, mi trabajo consistía en poner en orden el fichero de los militantes. Aquello era un desastre. No estaban todos los que habían ni habían todos los que estaban. Algunos ya estaban muertos. Fui siguiendo la pista uno a uno hasta que completé mi labor, y lo hice tan bien, que me ascendieron a Secretaria de Organización. Mi trabajo consistía en ocuparme de que se pagaran las cuotas, de que no hubiera retrasos demasiado largos, de avisar a la gente cuando había una reunión y cosas así. Los que podíamos pagábamos 300 ptas. al mes, y los que no podían, nada. Recuerdo un viejo sudamericano que vivía en Alcudia y que bajaba una vez al mes a pagar. Me daba 100 pesetas. Yo le ponía el sello en el carnet y no le decía nada. A los que estaban en la indigencia, a esos ni les mentaba la cuota. Me soltaban unos rollos tremendos por teléfono, diciéndome que no tenían dinero, que eran pobres, que estaban fatal y no llegaban a fin de mes, y yo les decía que bueno, que no se preocupasen. No pagaban nunca, pero nadie les ponía mala cara. Además, yo no iba por ahí diciendo quien pagaba y quien no. Teníamos afiliados muy logrados. Recuerdo que iban por allí dos enterradores de un pueblo, que no eran malllorquines (casi no había mallorquines en el PC), y que me contaban historias tremebundas. Había uno, con una cara de bruto tremenda y que se llamaba Juan de Dios (como el hermano de Salvador) y era andaluz, quien me decía que cuando se arreglaban tumbas viejas a veces había encontrado a lo que quedaba del cadáver boca abajo, señal de que lo habían enterrado vivo. O en posturas extrañas, cogiéndose la cabeza y cosas así. Me soltaban unos rollos tremendos, pero eran muy divertidos.
Una vez al año se organizaba en Madrid la Fiesta del Partido, y allí actuaban cantantes progres como Victor Manuel y Ana Belén, Loquillo y gente así. Cada provincia montaba su chiringuito. de aquí llevábamos ensaimadas, sobrasada, butifarró y vino. Eramos los que más éxito teníamos. Recaudábamos bastante dinero, por aquel entonces más de 100.000 pesetas, lo que nos permitía vivir hasta el año próximo. Nuestras finanzas siempre fueron un desastre. Recuerdo que el local era un asco, con ese aire destartalado típico de los países comunistas. Las sillas eran verdes, de enea, incomodísimas, y hacía un frío espantoso. Cuando teníamos reunión del Comite de Islas, las reuniones duraban hasta cinco horas, y no nos podíamos quitar la chaqueta. Siempre salía con los pies helados. En verano, en cambio, como la sede estaba en la calle Sindicato, había mucho tráfico, y para que pudiéramos entendernos sin tener que chillar y que nos oyeran desde la calle cerrábamos a cal y canto las ventanas, y aquello parecía una sauna, a pesar del viejo ventilador.
Pero recuerdo con nostalgia aquellos tiempos. Me lo pasé muy bien. Se me quitaron todos los prejuicios burgueses que mi familia me había inculcado, sin darse cuenta. Por eso digo que el Partido hizo por mí mucho más que lo que yo hice por el Partido, ordenarlo un poco nada más.
Luego vino Izquierda Unida y empezo a aparecer gente rara. Yo me hice a un lado. Además, no me tenían mucha simpatía. Yo para ellos era una stalinista feroz. Ellos no sabían lo que es un estalinista feroz. Eran tontos. Pero sigo yendo por allí, y veremos. El tiempo dirá. Los italianos lo han solucionado con lo del Olivo, nosotros moriremos por consunción. Cuando el último veterano haya sido enterrado, habrá muerto el PC.
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