pieles no
jueves, 16 de junio de 2011
El acoso escolar o "bullying"
Ahora tiene hasta varios nombres, pero cuando yo era pequeña e iba al colegio de las Teresianas, que ahora se llama "Pedro Poveda", del nombre de su fundador, no se llamaba nada. En todo caso podría haberse nombrado "Cómo hacer insoportable a una niña la vida en la escuela, sin que nadie le ayude".
Eso me pasaba a mí. Tenía dos problemas que me hacían diferente. Y ser diferente a esas edades se paga caro. Los niñ@s son muy crueles.
Yo tenía tres años cuando nos mudamos a Mallorca, porque destinaron allí a mi padre, que era militar.En Zaragoza, mi ciudad natal, fuí siempre una niña sana y alegre. Pero el cambio me sentó fatal. Yo a veces pienso que a los niños tan chicos, como a las plantas jóvenes, no conviene trasplantarlas, porque ya crecen debiluchas o se mueren. Yo no me morí, evidentemente, pero enfermé de una de esas enfermedades raras que hasta hace poco eran innombrables: La corea reumática. Esta enfermedad cursa con numerosos tics de cuerpo y extremidades y da mucho reuma en las piernas. Durante un tiempo no pude salir de casa porque estuve a punto de espicharla. Luego salía de paseo con mi padre por las afueras de Palma, que entonces era como un pueblo; cerca de nuestra casa ya empezaba el campo.Ahora ya es un lugar céntrico.
Me tenían que ir a pasear donde no había nadie, porque la gente se reía de mí y mis tics, o, lo que desesperaba a mi madre, me miraban con lástima y decían "pobrecita", y cosas por el estilo.
Luego, a los seis años, estaba casi totalmente curada, y solo me quedaban algunos tics residuales. El médico dijo a mis padres que nada de quedarme en casa, sino que tenía que ir al colegio como las demás niñas. ¡Qué mala idea!
Yo hasta entonces había recbido clases de una profesora particular que venía a casa y me enseño a leer y escribir, y las cuatro reglas. Se llamaba Caridad Segura, y era muy buena mujer, aunque un tanto hosca. Llevaba, como en las tragedias de García Lorca, un moño bajo y tenía el pelo negro como ala de cuervo. Pero era buena conmigo, y yo estaba a gusto con ella.
Lo malo empezó en en colegio.
Ya dije que tenía dos cosas que me diferenciaban de las demás niñas. Una eran los restos de mi enfermedad. La otra, que no sabía ni papa de mallorquín.
Las niñas se reían de mí porque no las entendía, y me insultaban. Pero lo peor es cuando se burlaban de mis tics. Entonces sufría mucho, sobre todo porque sabía que a mi madre le sentaría fatal el saberlo. Y las teresianas, en vez de ayudarme y regañar a las otras explicándoles que yo no tenía la culpa y cual era mi problema, las muy cabronas se reían también con ellas. Yo estaba más sola que la una, y empecé a odiar a aquel colegio y todo lo que comportaba. Las misas, el rosario diario, los escrupulos, las beaterías, la obsesión por el sexo y la pureza de aquellas mujeres... y me fuí separando y automarginando.Yo era muy buena estudiante, porque la idea de repetir curso y pasarme un año más en aquel antro se me hacía horrible. Los diez años que pasé allí se me antojaron diez siglos. En los últimos cursos ya no se metían conmigo, pues mi padre me aconsejaba que cuando me molestaran les diera buenas patadas en las espinillas, "que ahí duele mucho". Yo les pegaba unos patadones de miedo.
Tendría que haberle dicho a mi madre el acoso a que era sometida, sobre todo por causa de las secuelas de mi enfermedad. Pero mi reacción no fué normal. Yo me sentía culpable cuando se reían de mí, porque sabía que mi madre se hubiera puesto furiosa. Yo creía que tenía la culpa de mis movimientos. Pero es que ella nunca asumió mi enfermedad, y a veces me decía que le había destrozado la juventud, y cosas que me entristecían más aún. En casa no se podía pronunciar la palabra "corea" ni refiriéndose a la guerra en ese país, que entonces estaba en su apogeo.
Ya sé que estas cosas parecen muy raras, pero era la verdad.
Cuando veo ahora que por cualquier tontería l@s niñ@s se quejan a sus padres o a su psiocolog@, pienso que qué afortunad@s son. No tienen que pasar por el calvario que pasé yo.
Sólo hubo una teresiana que me quería. Se llamaba Teresa Ribera y a veces me acariciaba la cara y decía: "pobre María Dolores...".
Nunca la olvidaré.
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1 comentario:
Loles, me acabas de dejar patitiesa con este escrito... Porque yo también fui a un colegio Pedro Poveda, de hermanas teresianas... acá en Montevideo... solamente 4 años, de los 12 a los 16, lo que acá es la primera parte de la educación secundaria... y no fue precisamente una experiencia genial... además de que en esos años, había dictadura en mi país... unos recuerdos mezclados de mucho silencio y mucha rabia contenida, muchas cosas que no se decían porque no se podía hablar, hipocresía también... Menos mal que asistimos a otros tiempos en la educación... Pero qué chiquito es el mundo. Encontrar ese lugar común contigo... De todas formas, por que lo que puedo entender, a esa niña no le fue nada mal después de todo... Te mando beso.
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