Pedro de Alvarado |
Está claro que una matanza de dichas características no ocurre porque sí. Hernán Cortés no destacaba por su humildad precisamente, ya había desobedecido las órdenes de Diego Velázquez, Gobernador de Cuba, pues éste sólo pretendía formalizar acuerdos comerciales con la dirigencia local que garantizasen la exclusividad de España. Evidentemente, las ideas de Cortés eran otras.
Sin embargo no fue él sólo quien cometió todos los errores que causaron la noche triste, deberíamos añadir a Pedro de Alvarado, el alto y guapo caballero español con encanto personal, que ante lo que aparentaba ser todo un señor se escondía un otro yo, un ser extrepitosamente sanguinario. Su táctica bélica favorita era la de atacar primero, una especie de Guerra Preventiva de la actualidad, en la que uno ataca a otro sólo porque desconfía de él o cree que posee “armas de destrucción masiva”.
El caso es que el gobernador de Cuba, harto de las pretensiones de Cortés, envió a un grupo de soldados al mando de Pánfilo de Narváez para acabar con las intenciones de Hernán.
Cortés, sabedor de que venían a por él, dejó el cuartel instalado en Tenochtitlán en manos de Alvarado con 140 hombres, y marchó hacia el Este con otros 70 para combatir a Pánfilo. Por su lado Moctezuma, Emperador de México, había sido capturado por los españoles, que lo trataron con su debido respeto aunque manteniéndolo siempre bajo vigilancia en el cuartel. Montezuma avisó a Cortés antes de irse que con un simple gesto podría hacer que todo el Imperio se alzase en armas, y que lo mejor que podía hacer era irse del lugar. Cortés, aún teniéndolo en cuenta, debía asegurar primero su presencia en el territorio aplastando a los que venían de Cuba a por él. Y así lo hizo.
Cuando regresó a Tenochtitlán descubrió que Alvarado había atacado a más de 600 nobles aztecas durante una danza celebrativa, y que posteriormente todo el pueblo se rebeló en armas. En las entradas del Imperio azteca trataron amablemente a Cortés, para hacerle pensar que realmente no se había rebelado, pero la intención azteca era la de atraer a todos los españoles hacia el centro de la ciudad, para luego asediarlos y matarlos a todos, así pudiendo sacarles el corazón y realizar sacrificios.
Cortés trató de bajar los ánimos bélicos de los aztecas sacando al propio Montezuma a decir unas palabras pero los guerreros, al ver la complicidad entre su emperador y los conquitadores, decidieron apedrearle a él también, así causándole un gran golpe de piedra en la cabeza, por el que tuvo que ser retirado.
Alvarado |
Hernán Cortés |
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