«Doña Letizia siente compasión por la Reina»
Pilar Eyre presenta hoy y mañana en
Asturias su nuevo libro, en el que retrata a una doña Sofía sola y
triste que solo ha sido feliz unos pocos años de su vida
No ha tenido una vida fácil doña Sofía. Y sigue sin ser la suya una vida de cuento, de reinas y princesas. Más bien al contrario. La reina está sola. La reina no es feliz. Eso al menos sostiene la periodista Pilar Eyre en su libro 'La soledad de la reina. Sofía, una vida', en el que revela detalles de una existencia marcada por una infancia en el exilio, un amor frustrado, una boda de conveniencia y una vida familiar junto a don Juan Carlos que solo le deparó alegrías unos pocos años, los que vivió en España cuando era princesa y Franco gobernaba el país.
«Yo creo que la reina solo tuvo un momento de felicidad
que curiosamente no coincidió con el resto de los españoles, fue durante
en franquismo, luchando codo con codo con don Juan Carlos para
conseguir el trono», asegura Pilar Eyre, que ha indagado en el carácter
de la que fue una niña huraña y tímida criada en el exilio y sin lujos,
sin las habilidades sociales de su marido, una mujer de aspecto frío,
que vive en un país en el que no tiene ni amigos ni familia. Solo una
vida cultural y espiritual muy intensa le dan energía, la alimentan en
su día a día. También el saberse parte de la historia, el ser lo que
debe ser: la reina de España. Y saber también que ella tuvo un papel
clave para conseguir que la monarquía parlamentaria se instaurara en el
país.
«Es una mujer ambiciosa, le gusta ser reina, quiere ser
reina, ella sabe que ha cumplido un gran papel», señala Pilar Eyre, para
quien nunca se le ha reconocido a doña Sofía el mérito que tuvo durante
el periodo franquista. Para la periodista, el 50% de la responsabilidad
de que los Borbones volvieran al trono español es suya. «Ella hizo toda
una estrategia, hay que tener encuenta que es la última princesa real
educada como tal, que le encanta la política, que tiene acceso a la
gente, que sabe, que observa, que ella fue capaz de desarrollar una
estrategia con Franco». Dicen que al Caudillo se le caía la baba con
doña Sofía, que admiraba a esa mujer austera y educada que entonces
hablaba un pésimo castellano. Una vez conseguido el objetivo, «en la
Zarzuela ya solo cabía un astro y era don Juan Carlos».
Aquellos años la reina tuvo una vida familiar feliz. Sus
hijos eran pequeños y su marido estaba a la altura de las
circunstancias. «Sabía que cualquier desviación de sus deberes
conyugales y hubiera sido castigado al ostracismo», sostiene Pilar Eyre,
quien no ahorra detalles a la hora de hablar de infidelidades. Algo que
sobre lo que hasta hace pocos años no se podía pronunciar palabra. «Yo
creo que este libro hace cuatro o cinco años no se hubiera publicado»,
asegura. Y ampara esta afirmación en el hecho de que, a su juicio, la
monarquía española ha vivido durante años de «la bula» que le
proporciono el 23-F.
Ahora, con el caso Urdangarin en el candelero, la
situación ha cambiado y ya es posible hablar sin tapujos. «La relación
en lo íntimo, en lo conyugal, es inexistente. Ellos hacen un gran papel,
tiene una fuerza enorme como representantes de las instituciones, son
una pareja imbatible», asegura. Esa situación no es reciente en
absoluto. Eyre asegura que fue en enero de 1976 cuando se remodelaron
las habitaciones de la Zarzuela para iniciar vidas separadas. Ya no
estaba Franco y se consumó esa separación de facto en lo privado, que no
en lo público. En opinión de Eyre, su relación empeora con el paso del
tiempo. Y eso que, pese a que la suya fue una boda de conveniencia, hubo
amor. «Yo creo que Sofía se enamoró después de la boda, para su
desgracia, por eso ha sido tan desgraciada». La razón es muy sencilla:
«Yo creo que don Juan Carlos es un buen rey, pero un mal marido». Ella,
en cambio, ha tenido un comportamiento ejemplar. «He intentado averiguar
si en alguna ocasión le pagó con la misma moneda, lo he mirado al
derecho y al revés y no he encontrado ninguna infidelidad, siempre ha
sido fiel a la promesa que le hizo cuando se casó», subraya la
periodista.
La posibilidad de un divorcio como pareja real no existe,
pero para la periodista la sociedad española es hoy lo suficientemente
madura para aceptar otro tipo de relación entre ambos. «Los españoles
podríamos aceptar que los reyes continuaran con sus obligaciones
institucionales pero separaran sus vidas privadas», afirma.
Ejemplo de esa mala relación entre don Juan Carlos y doña
Sofía son las fotografías de la reina en Washington junto a su hija
Cristina nada más estallar el escándalo Urdangarin. «Por una parte
quería apoyar a su hija, pero al mismo tiempo también quería fastidiar
el rey, de hecho él se enfadó muchísimo».
Por cierto que Eyre no cree que el caso Urdangarin
finalice con el duque en la cárcel. «Cuando se tenga que dictar
sentencia habrá pasado mucho tiempo, habrá una condena suave y poco a
poco se irán acercando a España, primero quizá a Londres, en un par de
años en Barcelona...». Ese es el augurio de esta periodista, que retrata
a la reina como una mujer que ha querido educar a sus hijas de una
manera muy diferente a como hicieron con ella. «Quería que fueran chicas
normales, no quería que fueran unas desgraciadas, por eso han elegido
maridos normales... Y de esos polvos estos lodos... Ni felices ni
ejemplares».
Claro que el ojito derecho de doña Sofía es don Felipe.
Por lo tanto, su relación con doña Letizia es obligadamente buena. «Si
estuvo tres años halagando a Franco, ¿cómo no va a halagar a la mujer de
su hijo? Ella es una profesional y Felipe es el motor de su vida, es su
auténtica pasión, se levanta todos los días sabiendo que su hijo será
rey», afirma Pilar Eyre. Eso se traduce en que ha tenido hacia ella una
actitud de admiración que ha ido evolucionando hacia el paternalismo y
la protección. «Ellos saben que es muy desgraciada, eso no es una
sorpresa para sus hijos, y yo creo en estos momentos lo que Letizia
siente hacia doña Sofía es compasión». Pese a eso, la Princesa de
Asturias es muy estricta con la educación de sus hijas, las infantas
Leonor y Sofía, y la reina «no puede estar tan cercana» a sus nietas
como a ella le gustaría.
Corinna |
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