Las plantas del Coliseo romano
Estoy segura que, desde hace siglos, a muchos de los que han visitado Roma esta les ha marcado, le ha plantado una semilla durante la visita que les ha hecho cambiar. También muchos de esos visitantes, hace siglos, dejaron su semilla, literalmente, en Roma, y más concretamente en el Coliseo.
El anfiteatro más famoso del Imperio Romano fue construido en el siglo I y por él pasaron hombres de todo el imperio, y legiones de fieras fueron llevadas allí para servir de atracción. Unos siglos después de la caída de aquel imperio, un hombre llamado Domenico Panaroli llevó a cabo un estudio sobre las plantas que se podían encontrar en el Coliseo y sus alrededores y constató que aquel lugar había sido, casi, el centro del mundo.
Era el año 1643 y el estudio recibió el nombre de Plantarum Amphytheatralium Catalogus. En él se describían plantas que eran originarias de África y de los confines del antiguo imperio. Nadie las había llevado allí a propósito con el objeto de crear un jardín botánico o algo similar, sino que aquellas plantas provenían de semillas que habían llegado a Roma en el pelaje de animales que habían sido llevados al Coliseo o entre las ropas de los visitantes. Esto había ocurrido con miles de tipos diferentes de plantas.
Este estudio se repitió siglos más tarde y el resultado era similar, llegando a encontrar cientos de tipos de plantas distintos, algunos de ellos insólitos y originarios del otro lado del mar Mediterráneo y de sitios aún más lejanos. Como vemos, viajar a Roma, y a otros sitios, deja huella en el que viaja, pero también en el lugar que se visita.
(El Coliseo romano) |
El anfiteatro más famoso del Imperio Romano fue construido en el siglo I y por él pasaron hombres de todo el imperio, y legiones de fieras fueron llevadas allí para servir de atracción. Unos siglos después de la caída de aquel imperio, un hombre llamado Domenico Panaroli llevó a cabo un estudio sobre las plantas que se podían encontrar en el Coliseo y sus alrededores y constató que aquel lugar había sido, casi, el centro del mundo.
Era el año 1643 y el estudio recibió el nombre de Plantarum Amphytheatralium Catalogus. En él se describían plantas que eran originarias de África y de los confines del antiguo imperio. Nadie las había llevado allí a propósito con el objeto de crear un jardín botánico o algo similar, sino que aquellas plantas provenían de semillas que habían llegado a Roma en el pelaje de animales que habían sido llevados al Coliseo o entre las ropas de los visitantes. Esto había ocurrido con miles de tipos diferentes de plantas.
Este estudio se repitió siglos más tarde y el resultado era similar, llegando a encontrar cientos de tipos de plantas distintos, algunos de ellos insólitos y originarios del otro lado del mar Mediterráneo y de sitios aún más lejanos. Como vemos, viajar a Roma, y a otros sitios, deja huella en el que viaja, pero también en el lugar que se visita.
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