Una
maldición china dice "Ojalá que le toquen tiempos interesantes", ya
que demasiados acontecimientos perturbarían el elemento esencial de la armonía,
base del panteón chino.
Y estos son,
por cierto, tiempos interesantes, en que se acumulan acontecimientos
dramáticos, desde terrorismo a golpes de Estado y desde desastres climáticos
pasando por el declive de instituciones hasta agitación social. Sería
importante, aunque difícil, repasar brevemente cómo llegamos a esta situación de
"falta de armonía".
Comencemos
por algo conocido. Tras la Segunda Guerra Mundial, hubo consenso en la
necesidad de evitar que se repitiera el horror vivido entre 1939 y 1945. La
Organización de las Naciones Unidas (ONU) fue el foro que reunió a casi todos los
países, y la consiguiente Guerra Fría propició la creación de una asociación de
jóvenes estados recién independizados, los Países No Alineados, devenidos en
una zona de contención entre Oriente y Occidente.
La brecha
entre el Norte y el Sur Global se convirtió en el asunto más importante de las
relaciones internacionales. Tan así que en 1973, la Asamblea General de la ONU
adoptó de forma unánime una resolución sobre el Nuevo Orden Económico
Internacional (NOEI). El mundo acordó un plan de acción para reducir las
desigualdades, impulsar el crecimiento global y hacer de la cooperación y el
derecho internacional la base de un mundo en armonía y en paz.
Tras la
adopción del NOEI, la comunidad internacional comenzó a trabajar en ese sentido
y tras la reunión preparatoria de París, en 1979, se organizó una cumbre con
los jefes de Estado y de gobierno más influyentes en el balneario mexicano de
Cancún, en 1981, para adoptar un plan de acción global.
Entre los 22
jefes de Estado y de gobierno presentes, estaban el presidente estadounidense
Ronald Reagan (1981-1989), elegido pocas semanas antes, quien se encontró con
la primera ministra británica Margaret Thatcher (1979-1990), y ambos
mandatarios procedieron a anular el NOEI y la idea de cooperación internacional.
Los países diseñarían políticas según sus intereses nacionales y no se
inclinarían ante ningún principio abstracto.
La ONU
comenzó su declive como ámbito para fomentar la gobernanza. El lugar para la
toma de decisiones pasó al Grupo de los Siete (G7) países más poderosos, hasta
entonces un órgano técnico, y otras organizaciones dedicadas a defender los
intereses nacionales de las naciones más fuertes.
Además,
otros tres acontecimientos ayudaron a Reagan y a Thatcher a cambiar el rumbo de
la historia.
El primero,
fue la creación del Consenso de Washington, en 1989, por el Departamento del
Tesoro de Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco
Mundial, que impusieron la política según la cual el mercado era el único motor
de las sociedades y los estados pasaron a ser un obstáculo y debían achicarse
lo más posible. Reagan incluso evaluó la eliminación del Ministerio de
Educación.
El impacto
del Consenso de Washington en el llamado Tercer Mundo fue muy doloroso. Los
ajustes estructurales redujeron drásticamente el frágil sistema público.
El segundo,
fue la caída del Muro de Berlín, también en 1989, que trajo aparejado el fin de
las ideologías y la obligada adopción de la globalización neoliberal, que
resultó ser una ideología todavía mucho más estricta.
La
globalización neoliberal se caracterizó por el predominio del mercado, que
liberó a las empresas "libres" o privadas de toda obligación con el
Estado; la reducción del gasto público en servicios sociales, la que destruyó
las redes de protección social; la desregulación, la disminución de toda
regulación estatal que pudiera reducir las ganancias, y la privatización, la
venta de las empresas estatales, de bienes y servicios a inversores privados.
Además,
implicó la eliminación del concepto de "bien público" o
"comunitario" y lo reemplazó por la "responsabilidad
individual", obligando a las personas más pobres a buscar soluciones por
su cuenta para su falta de atención médica, de sistemas de educación y de
seguridad social y luego culpándolas de su fracaso, considerándolas
"flojas".
El tercero,
fue la eliminación progresiva de las normas que regían al sector financiero,
iniciada por Reagan y terminada por Bill Clinton (1993-2001) en 1999, en el
marco de la cual los bancos de depósitos pudieron utilizar el dinero de sus
clientes para la especulación.
Entonces,
las finanzas, consideradas el lubricante de la economía, siguieron su propio
camino, embarcándose en operaciones muy riesgosas y sin relación con la
economía real. Actualmente, por cada dólar de bienes y servicios producidos, se
generan 40 dólares en transacciones financieras.
Ya nadie
defiende el Consenso de Washington ni la globalización neoliberal. Quedó claro
que si bien desde el punto de vista macro, la globalización aumentó el comercio
e impulsó el crecimiento financiero y global, a escala micro, resultó un
desastre.
Los
defensores de la globalización neoliberal sostenían que el crecimiento le
llegaría a todo el mundo. En cambio, se concentró cada vez más en un número
creciente de manos. En 2010, 388 personas concentraban la riqueza de 3.600
millones de personas. En 2014, ese número se redujo a 80 personas, y en 2015, a
62.
Tan así que
ahora, el FMI y el Banco Mundial piden que se refuerce al Estado como regulador
indispensable. Pero desde la caída del Muro de Berlín, Europa perdió 18
millones de personas de la clase media, y Estados Unidos, 24 millones. Además,
ahora hay 1.830 multimillonarios con un capital neto de 6,4 billones de
dólares. En Gran Bretaña se pronostica que en 2025 la desigualdad será la misma
que en 1850, en plena época victoriana y cuando nacía el capitalismo.
El nuevo
mundo creado por Reagan se basó en la codicia. Algunos historiados sostienen
que la codicia y el miedo son los dos motores de la historia, y los valores y
las prioridades cambian en una sociedad codiciosa.
Volviendo a
nuestros días, tenemos un nuevo grupo de jinetes del Apocalipsis, los daños de
los pasados 20 años (1981-2001) se agravan en los siguientes 20 años
(2001-2020), los que todavía no transcurrieron.
El primer
jinete, fue el colapso del sistema bancario en 2008 en Estados Unidos por
especulaciones absurdas con los créditos hipotecarios. La crisis se expandió a
Europa en 2009, a raíz de la caída del valor de los títulos inmobiliarios, como
los griegos. Recordemos que para salvar al sistema financiero, los países
destinaron cerca de cuatro billones de dólares, una cifra enorme si se tiene en
cuenta que los bancos siguen teniendo unos 800.000 millones de dólares en
activos tóxicos.
Mientras,
los bancos tuvieron que pagar 220.000 millones de dólares en multas por
actividades ilegales, pero ningún gerente fue condenado. Europa no volvió a la
situación anterior a la crisis. Además, numerosos puestos de trabajo
desaparecieron por la deslocalización de la producción a lugares más baratos y
aumentaron los empleos de bajos salarios, además de los precarios.
Según la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), un
trabajador gana actualmente en términos reales 16 por ciento menos que antes de
la crisis, lo que afectó principalmente a los sectores más jóvenes, con 10,5
por ciento de empleo promedio en Europa. Sin embargo, el único estímulo al
crecimiento es para el sector bancario, al que el Banco Central Europeo vuelca
80.000 millones de dólares al mes. Ese monto habría resuelto fácilmente la
falta de empleo juvenil.
Los
economistas hablan ahora de una "Nueva Economía", en la que el
desempleo es estructural. De 1959 a 1973, el crecimiento mundial se ubicó por
encima de cinco por ciento al año, el que se redujo a tres por ciento en 1973,
cuando la crisis del petróleo, que marcó un cambio. Y desde 2007 no logramos
llegar a uno por ciento.
Además, hay
que agregar el desempleo creciente propiciado por el desarrollo tecnológico.
Las fábricas necesitan una proporción menor de trabajadores. La Cuarta
Revolución Industrial, que implica la producción robotizada y que ahora
representa 12 por ciento del total se elevará a 40 por ciento en 2025.
Algunos
economistas, como el estadounidense Larry Summers, una voz oficial del sistema,
dicen que estamos en un período de estancamiento que durará varios años. El
temor por el futuro se volvió una realidad, avivado por el terrorismo y el
desempleo y por el sueño de muchas personas que creen que es posible volver a
un pasado mejor.
De eso se
aprovechan, figuras populistas, desde el estadounidense Donald Trump a la
francesa Marine Le Pen. Una de las consecuencias de la crisis es que en varios
países europeos aparecieron partidos populistas, con plataformas nacionalistas
y xenófobas, 47 la última vez que se contó. Muchos de ellos ya están en el
gobierno o integran coaliciones gobernantes, como en Eslovaquia, Hungría y
Polonia, y habrá que prestar atención a las próximas elecciones de Austria.
El segundo
jinete del Apocalipsis es el resultado de las intervenciones armadas de Estados
Unidos en Iraq, y luego de Europa en Libia y Siria, con un papel particular del
ex presidente francés Nicolas Sarkozy (2007-2012).
Eso derivo
en que a partir de 2012, Europa comenzara a recibir una inmigración masiva y
para la cual no estaba preparada. De repente, a la gente le dio miedo la ola
humana que se venía y su impacto en el mercado laboral, la cultura, la región,
etcétera, convirtiéndose en un elemento importante del miedo.
Y luego el
tercer jinete, fue la creación del Estado Islámico (EI) en Siria en 2013, uno
de los regalos de la invasión de Iraq, encabezada por Estados Unidos. No nos
olvidemos de la crisis global, que comenzó en 2008, y desde entonces el
populismo y el nacionalismo comenzaron a crecer.
El
espectacular impacto del EI en los medios y la radicalización de muchos jóvenes
europeos de origen árabe, por lo general marginados, acentuó el temor y fue un
regalo para el populismo, ahora capaz de utilizar la xenofobia para movilizar a
ciudadanas y ciudadanos inseguros y descontentos.
La
decadencia de las instituciones europeas llevó a muchos países, tras el brexit,
a pedir una profunda revisión del proyecto europeo. El 2 de octubre, Hungría
consultará a su ciudadanía: ¿Aceptaría una cuota de inmigrantes impuesta por la
Unión Europea (UE) contra la voluntad de parlamento húngaro?
Ese mismo
día se repiten las elecciones en Austria por cuestiones de forma, luego de que
en las anteriores, la extrema derecha perdiera por 36.000 votos. Le seguirán
Holanda, Francia y Alemania, con la probabilidad de que crezcan los partidos de
extrema derecha. Asimismo, Polonia y Eslovaquia también quieren realizar
referendos sobre la UE. Es posible que para fines de 2017, las instituciones
europeas estén profundamente dañadas.
El verdadero
problema es que desde la fallida Cumbre de Cancún en 1981, los países perdieron
la capacidad de pensar juntos. India, Japón, China y muchos otros atraviesan
una ola de nacionalismo.
En Cancún,
todos los participantes, desde el entonces presidente francés François
Mitterrand (1981-1995) hasta la primera ministra india Indira Ghandi (1066-1977
y 1980-1984), desde el presidente tanzano Julius Kambarage Nyerere (1964-1985)
hasta el primer ministro canadiense Pierre Trudeau (1968-1979), compartían
ciertos valores de justicia social, solidaridad, respeto por el derecho
internacional, así como la convicción de que las sociedades fuertes eran la
base de la democracia, excepto, por supuesto, Reagan y Thatcher, la que declaró:
"no existe la sociedad, solo hay individuos".
También
consideraban a la paz y al desarrollo como paradigmas de buena gobernanza. Todo
eso desapareció. Los líderes políticos actuales, sin ideologías y subordinados
a las finanzas se han volcado principalmente al debate administrativo, sobre
asuntos puntuales, sin contexto y donde es difícil distinguir entre la
izquierda y la derecha. Claramente, estamos en un período de codicia y temor.
El tiempo no
ayuda.
En 1900,
Europa concentraba 24 por ciento de la población mundial. A fines de este
siglo, solo cuatro por ciento. Nigeria tendrá más habitantes que Estados
Unidos, y África, que ahora tiene 1.000 millones de habitantes, tendrá 2.000
millones en 2050 y 3.000 millones en 2100. Sería hora de que se discutiera cómo
hacer frente al mundo que se viene. Se necesitaron 25 años para llegar a un
acuerdo sobre cambio climático, y quizá ya demasiado tarde. En materia de
migraciones y empleo, ese tiempo es una eternidad.
Además, ese
debe ser un acuerdo global, no solo una reacción impulsiva de la canciller de
Alemania, Ángela Merkel, en completa soledad, sin siquiera consultar al actual
presidente de Francia, François Hollande. Pero ese tipo de agenda es
políticamente inimaginable. ¿Cómo discutir algo así con Le Pen, Trump y otros
populistas emergentes en el marco del nacionalismo que se propaga por el mundo?
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Aportación de Juan Hernández Jover. http://www.solidariosmayores.es
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Aportación de Juan Hernández Jover. http://www.solidariosmayores.es
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