Un testimonio escrito muy antiguo nos da cuenta de que ya se blanqueaba la ropa hace 5.000 años, aunque el proceso era largo y pesado y requería un espacio considerable, a menudo campos enteros, en los que se tendía la ropa al sol para blanquearla y secarla.
En el año 3.000 a.C., los egipcios tenían en gran estima los tejidos de lino que fabricaban, y estas telas, en su estado natural algo parduscas, las empapaban en lejía fuertemente alcalina. El tiempo de inmersión era crítico para evitar que la tela quedase hecha jirones.
En el siglo XIII, los holandeses ocuparon el primer lugar en técnicas de blanqueo,y mantuvieron casi un monopolio de esta industria hasta el s. XVIII.La mayor parte de los tejidos europeos que iban a utilizarse para confeccionar ropas blancas se enviaban primero a Holanda para su blanqueo. El método holandés apenas era un poco más perfeccionado que el de los antiguos egipcios.
Los tintoreros holandeses sumergían las telas en lejías alcalinas hasta cinco días, y después las lavaban con agua y las tendían de dos a tres semanas en el suelo para secarlas y que les diera el sol. Todo el proceso se repetía cinco o seis veces y después para detener en forma permanente el efecto corrosivo de la solución alcalina, ésta era neutralizada bañando el tejido en una sustancia ácida como la leche agria. El proceso requería campos enteros y duraba varios meses.
A principios del s. XVIII los ingleses blanqueaban ya por su cuenta partidas de tejidos. La única diferencia en su método consistía en la sustitución de la leche agria por ácido sulfúrico diluído. . Sin embargo, se necesitaba un producto blanqueador más práctico, y varios químicos intentaron conseguirlo. En 1774, el investigador sueco Karl Wilhem Scheel dio con el producto básico cuando descubrió el cloro, pero fue otro químico, el conde Claude Louis Berthollet , que dos décadas más tarde sería nombrado consejero científico de Napoleón quien descubrió que este gas, disuelto en agua, poseía un enorme efecto blanqueador.
En 1785, Berthollet anunció la creación de la "Eau de Javel", una solución potente que él perfeccionó haciendo pasar cloro a través de una mezcla de cal viva, potasa y agua, pero la eau de Javel nunca fue embotellada y vendida. Todo blanqueador profesional de la época tenía que combinar sus propios ingredientes desde buen principio, y el cloro era sumamente irritante para las mucosas de los ojos, la nariz y los pulmones.Este proceso de blanqueo requería menos tiempo y espacio, pero suponía un peligro para los operarios.
Esta situación mejoró en 1779 cuando Charles Tennant, un químico de Glasgow, descubrió la manera de transformar el agua de Javel en unos polvos que solo tenían que unirse a la colada. Estos polvos no solo causaron una revolución en la industria del blanqueo, sino que además transformaron el papel de escribir corriente. Durante siglos éste había sido de un color pardo amarillento, pero el hipoclorito blanqueador de Tennant permitió obtener las primeras hojas de papel de un blanco puro. En 1830 Gran Bretaña por si sola producia 1.500 toneladas anuales de blanqueador en polvo.
El blanco nunca había sido tan blanco.
En el año 3.000 a.C., los egipcios tenían en gran estima los tejidos de lino que fabricaban, y estas telas, en su estado natural algo parduscas, las empapaban en lejía fuertemente alcalina. El tiempo de inmersión era crítico para evitar que la tela quedase hecha jirones.
En el siglo XIII, los holandeses ocuparon el primer lugar en técnicas de blanqueo,y mantuvieron casi un monopolio de esta industria hasta el s. XVIII.La mayor parte de los tejidos europeos que iban a utilizarse para confeccionar ropas blancas se enviaban primero a Holanda para su blanqueo. El método holandés apenas era un poco más perfeccionado que el de los antiguos egipcios.
Los tintoreros holandeses sumergían las telas en lejías alcalinas hasta cinco días, y después las lavaban con agua y las tendían de dos a tres semanas en el suelo para secarlas y que les diera el sol. Todo el proceso se repetía cinco o seis veces y después para detener en forma permanente el efecto corrosivo de la solución alcalina, ésta era neutralizada bañando el tejido en una sustancia ácida como la leche agria. El proceso requería campos enteros y duraba varios meses.
A principios del s. XVIII los ingleses blanqueaban ya por su cuenta partidas de tejidos. La única diferencia en su método consistía en la sustitución de la leche agria por ácido sulfúrico diluído. . Sin embargo, se necesitaba un producto blanqueador más práctico, y varios químicos intentaron conseguirlo. En 1774, el investigador sueco Karl Wilhem Scheel dio con el producto básico cuando descubrió el cloro, pero fue otro químico, el conde Claude Louis Berthollet , que dos décadas más tarde sería nombrado consejero científico de Napoleón quien descubrió que este gas, disuelto en agua, poseía un enorme efecto blanqueador.
En 1785, Berthollet anunció la creación de la "Eau de Javel", una solución potente que él perfeccionó haciendo pasar cloro a través de una mezcla de cal viva, potasa y agua, pero la eau de Javel nunca fue embotellada y vendida. Todo blanqueador profesional de la época tenía que combinar sus propios ingredientes desde buen principio, y el cloro era sumamente irritante para las mucosas de los ojos, la nariz y los pulmones.Este proceso de blanqueo requería menos tiempo y espacio, pero suponía un peligro para los operarios.
Esta situación mejoró en 1779 cuando Charles Tennant, un químico de Glasgow, descubrió la manera de transformar el agua de Javel en unos polvos que solo tenían que unirse a la colada. Estos polvos no solo causaron una revolución en la industria del blanqueo, sino que además transformaron el papel de escribir corriente. Durante siglos éste había sido de un color pardo amarillento, pero el hipoclorito blanqueador de Tennant permitió obtener las primeras hojas de papel de un blanco puro. En 1830 Gran Bretaña por si sola producia 1.500 toneladas anuales de blanqueador en polvo.
El blanco nunca había sido tan blanco.
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