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Pieles NO

viernes, 15 de julio de 2011

El funeral de la mosca de Virgilio



No sólo fue un excelso escritor, fundador de la poética latina, autor de La Eneida y protagonista de la Divina Comedia del Dante. También demostró ser un empresario creativo para hacerse de grandes fortunas. Virgilio (70 a.c – 19 a.c) llevaba una vida plagada de lujos y amigos influyentes en la política de su época. Los funcionarios más poderosos lo admiraban por su talento artístico, sabían que no daba puntada sin hilo, pero todos quedaron completamente desenfocados cuando se enteraron que estaba organizando el funeral de una mosca.
Parece una leyenda, un trascendido, pero es la pura verdad. Virgilio gastó aproximadamente 800.000 sestercios romanos, algo así como 120 mil euros (hay documentación histórica que lo acredita) en contratar servicios fúnebres de primer nivel para enterrar un insecto, al que él llamaba su mascota. Contrató una orquesta de 50 músicos y plañideras, convocó a escritores reconocidos para que reciten poemas y, lo más importante, construyó un imponente mausoleo para que los restos de la mosca descansen en paz.
Nadie podía creerlo. Era demasiado. Aún así, toda la ciudad estuvo allí acompañando la conmemoración que, cuentan las crónicas, fue realmente espectacular. Virgilio se convirtió, a partir de ese día, en el loco excéntrico más grande hasta entonces conocido. Se habló semanas enteras del funeral, desde los más ricos hasta los más humildes hacían comentarios sobre semejante dislate y derroche de dinero.
Recién al siguiente año se supo cuál fue el verdadero motivo de tanta alharaca por la mosca. Virgilio, así de conectado que estaba en las altas esferas de gobierno, había recibido información política de primera mano: un funcionario amigo le había confiado que el Segundo Triunvirato estaba trabajando en una ley para expropiar tierras de los latifundistas de la época con el objetivo de entregárselas a los soldados retirados.
Pero había una excepción, no serían expropiadas las tierras que tuvieran tumbas. Virgilio era dueño miles de hectáreas, y, claro está, no iba a perderlas así porque sí. La idea del mausoleo fue su jugada maestra. Dicho y hecho: el gobierno intentó expropiar sus posesiones, pero legalmente no pudo hacer absolutamente nada.
Siempre los ricos han sido listillos para que no les puedan tocar su fortuna.

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