Premios a tres generales americanos por su jubilación
Cierto día el Pentágono decide jubilar a tres generales que ya estaban bien entrados en años, proponiéndoles, como contrapartida, 100.000 dólares por cada metro que midiesen entre dos partes de sus cuerpos.El primer general decide que el examinador le tome las medidas desde la planta del pie hasta lo alto de la cabeza. Después de medirle, el examinador le atribuye una cuantía de 183.000 dólares.
El segundo general decide estirar los brazos hacia los lados, manteniéndolos paralelos al suelo, y pide ser medido desde la punta de los dedos de la mano derecha hasta la punta de los dedos de la mano izquierda. El examinador le mide y le atribuye una cuantía de 205.000 dólares.
Cuando llega el turno del tercer general, pide ser medido de la punta del pene hasta los testículos, a lo que los presentes estallan riendo con sonoras carcajadas El examinador intenta disuadirlo, pero al ver que el general sigue firme en su propósito, decide concederle su voluntad, mandándole bajarse los calzoncillos. Coloca una punta de la cinta métrica en la extremidad del pene y cuando se dispone a completar la medida, exclama:
-"Pero.¿dónde diablos están los testículos?"
A lo que el general responde:
-"¡¡En Vietnam...y ahora me pagan!!"
-----------------EN EL CONFESONARIO
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(voz femenina) Padre, perdóneme porque he pecado.
- Dime, hija, ¿cuáles son tus pecados?
- Padre, el demonio de la tentación se apoderó de mí, pobre pecadora.
- ¿Cómo es eso, hija?
- Es que cuando hablo con un hombre tengo sensaciones en el cuerpo que no sé como describirlas...
- Hija, por favor, que también soy un hombre...
- Sí, padre, por eso vine a confesarme con usted.
- Bueno hija, y cómo son esas sensaciones?
- No sé cómo explicarlas, por ejemplo, ahora mi cuerpo se rebela a estar de rodillas y necesito ponerme más cómoda.
- ¿En serio?
- Sí, quiero relajarme y quedarme tendida...
- Hija, ¿tendida cómo?
- De espaldas al piso, hasta que se me pase la tensión...
- ¿Y qué más?
- Es como que tengo un sufrimiento que no le encuentro acomodo.
- ¿Y qué más?
- Como que espero un poco de calor que me alivie...
- ¿ Calor?
- Calor, padre, calor humano, que lleve alivio a mi padecer...
- ¿Y cómo de frecuente es esa tentación?
- Permanente, padre, por ejemplo, ahora me imagino que sus manos sobre mi piel me darían mucho alivio...
- ¡Hija!
- Sí, padre, perdóneme, pero me urge que alguien fuerte me estruje entre sus brazos y me dé el alivio que necesito...
- ¿Por ejemplo yo?
- Por ejemplo, usted es la clase de hombre que imagino me puede aliviar.
- Perdóname, hija mía, pero necesito saber tu edad...
- 74, padre.
- Hija, ve en paz, que lo tuyo es reumatismo...
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