Una situación trágica o delicada, en ocasiones, se repite en nuestra memoria sin cesar. Aprende a convivir con los malos recuerdos.
Los malos recuerdos nos persiguen, nos acosan. Para escapar, caemos en la tentación de enterrarlos en lo más profundo, lo que aumenta el riesgo de que resurjan con mayor intensidad, cuando menos lo esperamos. Un ejemplo: una señora estalló de pronto en sollozos durante una sesión de trabajo en grupo sobre la memoria. El tema de la conversación era banal: los grandes inventos, particularmente, el teléfono. Al parecer, el teléfono tenía algún tipo de relación con un problema muy doloroso que había tenido con su padre. Hasta entonces no había hablado de ello con nadie y había sobrellevado el recuerdo como una herida sin cicatrizar. Contar la historia la consoló. Sin la menor duda, la solución pasa en gran medida por ahí: para convivir con los malos recuerdos, hace falta hablar de ellos con alguien de confianza, echarlos fuera uno a uno, tomándonos el tiempo que sea necesario. Así, los hacemos volver al lugar que les corresponde y podremos encontrar energía para disfrutar de las cosas agradables de la vida.Plusesmas.
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