Todavía no, pero hacia el día 10, sí. No se sabe con seguridad hasta casi el mismo día, pues ahora hay luna nueva, o sea, que no se ve. El Ramadán dura una lunación completa, y empezará cuando en el cielo se vea asomar una rajita en forma de D, que indica que nuestro satélite entra en el cuarto creciente.
Hay gente que me dice que hacer ayuno de comida y bebida en verano durante todo el día es una barbaridad, pero los musulmanes creyentes lo hacen con gusto, y no son masocas, esto lo puedo asegurar. Desprecian bastante a los cristianos, que no cumplen en nada la Cuaresma. Además, están exentos de hacer el ayuno del Ramadán los ancianos, embarazadas, gente de viaje, enfermos y niños. El Islam es comprensivo, bastante más que el Cristianismo. Yo entre los cristianos no me encontraba a gusto, seguramente porque de pequeña me enseñaron una religión represiva e hipócrita. Yo conozco a muchos buenos cristianos (bueno, muchos, lo que se dice muchos, no. Pero haberlos, haylos.) Pero en el Islam me encuentro mucho más a gusto, y creo que se debe cambiar de religión cuando a uno le ocurre esto. Al fin y al cabo, yo creo que todas las religiones, bien practicadas, llevan a Dios.
En Ramadán el ayuno es muy estricto. Así como en la Cuaresma se puede beber agua, en Ramadán no. Ni siquiera tomar una pastilla. Si estás enfermo están exento de hacer el ayuno, pero si te tomas una pastilla aunque la necesites, el ayuno se rompe.
El Corán dice que se puede romper el ayuno "cuando en campo abierto no se puede distinguir una hebra de hilo blanco de otra negra".
Yo recuerdo un viaje por Turquía que hicimos Paco y yo en una furgoneta con unas señoras madrileñas (muy simpáticas) del barrio de Salamanca, y era Ramadán. Nuestro chófer era un turco musulmán, -como casi todos- joven y muy atractivo, que no bebía ni comía. Yo pensaba, cuando bordeábamos precipicios, que nos la íbamos a pegar, pues igual se desmayaba. Pero como eran joven y fuerte no nos pasó nada. Por la noche, a la hora de la cena, ya podía comer, pero cuando se sentaba en la mesa con nosotros no comía nada. Yo le animaba pero él contestaba que no tenía hambre. Supongo que comería después... Durante el día, cuando parábamos para comer en algún restaurante de la Capadocia, él se iba aparte pero las señoras le agarraban y le conducían a la mesa diciéndole que comiese. Lo trataban como si fuera su hijo o su nieto, pero no comprendían que el chico no quería comer, y le tentaban pero él se mantuvo firme. Supongo que por las noches comería, pues no nos matamos en ninguno de aquellos precipicios.
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